sábado, 16 de diciembre de 2017

Sobre los temidos "spoilers"



Cualquiera que esté mínimamente metido en alguna red social se habrá dado cuenta del fenómeno: Cada vez que se acerca el estreno de una nueva película o la emisión de la nueva temporada de la serie de moda, comienzan a aparecer “memes” pidiendo que nadie haga “spoilers”. Pero… ¿Qué son los spoilers?
Spoiler es un término anglosajón que podría traducirse de forma coloquial como “aguafiestas” y que para el caso que nos ocupa, se refiere a aquellos que te estropean una película, serie o libro contándote cómo termina. Esto, que antes no tenía mayor importancia, se ha convertido en un motivo de preocupación debido a la enorme conexión que suponen las redes sociales y a la facilidad que tienen algunos pocos para estropear el estreno a muchos otros. Y precisamente sobre algo relacionado con este tema hablaré (mejor dicho escribiré) hoy.
Hace algún tiempo me topé con alguien en una red social que me explicó que cuando llegaba un libro a sus manos lo primero que hacía era leer el último capítulo y que si le gustaba el final, comenzaba  a leer el libro. Me pareció un comportamiento cuanto menos curioso, ya que se trataba de un “autospoiler” en toda regla, por lo que le pregunté sobre el tema. Su respuesta me hizo pensar y al final tuve que darle la razón en que no era una cosa tan extraña lo que hacía.
Y ahora debo hacer una pausa ya que no logro recordar quién era esa persona ni si tal reflexión venía como consecuencia de una entrada en algún blog, por lo que puede ser que esto que voy a escribir ya esté publicado en algún lugar y posiblemente mejor expresado. Si es así, le pido disculpas por haber copiado su idea y en cualquier caso me reafirmo en la necesidad de escribir yo mi punto de vista.
“Los spoilers no son malos”, sería el resumen. Los “spoilers” no son malos a no ser que el producto (película o libro) también lo sea (mala), sería un resumen más exacto. Y es que cuando nos encontramos ante una buena obra, conocer de antemano el final no debería impedirnos disfrutarla. Pensemos en ello.
¿Por qué somos capaces de ver algunas películas innumerables veces mientras que otras nos basta con un visionado para tener suficiente? ¿Por qué algunos clásicos siguen sobreviviendo hasta día de hoy mientras que otras obras, algunas de ellas de gran éxito en su estreno, caen en el olvido? Me refiero a libros como “El perfume” de Patrick Sunskin o “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde” de R.L. Stevenson. Todos sabemos como terminan pero a pesar de tratarse de finales sorprendentes con giros inesperados, seguimos leyéndolos con deleite. ¿Por qué hay películas que siguen manteniendo esa chispa inicial, a pesar de que todo el mundo sabe cómo terminan? La respuesta está en que son buenas obras, y ello está más allá de cualquier climax.
Muchas de las películas y libros que aparecen en nuestros mercados anunciados como grandes obras, no son más que paja rematada con un final que sorprende y que deja buen sabor de boca, pero nada más. Muchas de las series que hoy en día se consumen con avidez, no son más que pequeños momentos de emoción situados estratégicamente al final de cada capítulo para avanzar una trama más o menos interesante con la intención de enganchar al público un capítulo más.
Tomemos como ejemplo a esas películas de “terror” que se basan en dar sustos al espectador para que salga del cine con la sensación de haber pasado miedo mientras que solo se ha visto sometido a una serie de sorpresas para alterarle el ritmo cardíaco. ¿Dónde quedan esas películas hoy en día? ¿Por qué volvemos al “El Resplandor” y a “Misery” cuando queremos nombrar buenas películas del género?
Al final, sean libros, películas, series o videojuegos, no deberíamos de preocuparnos por saber el final de antemano, ya que lo que deberíamos buscar es disfrutar de la obra desde el minuto uno y hasta que ésta terminara, no solo del final sorprendente y que hace que el montón de paja en el que hemos estado buceando cobre algo de sentido.
La conclusión a la que quiero llegar es, que los spoilers no deberían ser algo a tener tan en cuenta como hacemos y que quizás deberíamos “spoilear” más para distinguir las buenas obras de las que no lo son tanto.
Y si. Bruce Wills estaba muerto desde el principio. Por eso la película era tan mala.

¿A que no sabéis de quién era hijo este chaval?







lunes, 20 de noviembre de 2017

Un apunte acerca de la imaginación.





Este fin de semana tuve el honor de presentar mi segundo libro "La onomatopeya del ladrido y otros relatos pulp" en la Librería Ateneo Cómics de Alicante. Decidí ir allí a presentar porque además de que es una de mis tiendas especializadas favoritas, una de mis intenciones con este libro era el de alejarlo un poco de las sobresaturadas librerías tradicionales y enfocarlo a un público más receptivo a la ficción y la fantasía. Me reservaré mi opinión sobre el éxito de mi iniciativa para más adelante cuando pueda sacar conclusiones, pero en cualquier caso me sentí afortunado de poder estar presentando el libro rodeado de cajas de Warhammer, juegos de rol y tebeos de Songoku.

No voy a negar que tenía más expectativas de público. No es algo que me preocupe especialmente, ya que pocos o muchos, me encanta explicar los entresijos del libro, contar anécdotas y en general, hacer estallar las risas entre los asistentes. Enfoco las presentaciones al humor, ya que esto genera una conexión muy positiva entre los asistentes y mi persona y me encanta esa sensación, además de que predispone a la gente a hacerse con el libro lo cual es, al fin y al cabo, el objetivo de las presentaciones.

Decía que el público fue escaso pero no podría estar más satisfecho por su "calidad". Se presentaron personas que había conocido en la red hacía poco tiempo y con quienes no había tenido contacto personal, como dos de los autores de la página/ revista "Historias Pulp", viejos conocidos de redes sociales, amigos y familia. Pareció gustarles el "espectáculo" pero en un momento dado alguien me preguntó, ya acabando la presentación y a modo de tiempo extra, de donde sacaba la inspiración para escribir ese tipo de cuentos, y no supe que responder. Salí por la vía rápida del humor y de la anécdota tonta, pero en terminar, llegar a casa y acostarme, pensé que podría haberle dado una respuesta mucho mejor. Y como nunca es tarde para rectificar, voy a hacerlo aprovechando este medio.

La inspiración, imaginación, ingenio, originalidad... son términos que se utilizan cuando uno es capaz de sacar historias de la nada, aunque realmente nada se crea desde cero. La inspiración no cae del cielo como una lluvia de ideas, sino que emerge desde el interior como un gheiser (o como se llame) que hay que saber controlar y aprovechar. En otras palabras menos metafóricas, hay que ejercitar la imaginación, buscando ideas aquí y allá, descartando, seleccionando, construyendo, destruyendo y reciclando... No sé si me explico. Un ejemplo:

Hace unos días estaba conduciendo por el centro cuando tuve que pararme mientras un repartidor de carne bajaba piezas de su camión frigorífico para abastecer a una carnicería. Apenas fueron dos minutos, pero mientras veía a ese hombre de blanco cargando trozos de animal congelado comencé a imaginar probabilidades. ¿Y si se le cierra la puerta mientras está dentro y no hay forma de salir? ¿Y si encima se ha dejado el móvil en la cabina? ¿Y si el móvil estaba dentro del bolsillo de su chaqueta? De pronto la idea de ese pobre señor pelándose de frío y maldiciendo por estar a apenas un metro de distancia del teléfono y la chaqueta que le salvarían se me hizo tan clara que seguí imaginando. ¿Y si estuviera esperando una llamada importante? Quizás esperaba noticias de su ex, con la que quería arreglar las cosas, o puede que de un editor que podría abrirle las puertas a su sueño de ser escritor. De pronto ese pobre repartidor había pasado de ser un hombre con la ilusión de dejar ese trabajo soso y monótono e iniciar una nueva vida de fama y amor, a morir congelado en un triste camión frigorífico. Esto da para un relato corto que quizás podría incluir una reflexión sobre la vida y las prioridades y las elecciones personales que podría incluir un final sorprendente o quizás predecible, o sorprendente por lo predecible (que siempre es mejor que al revés), pero todavía se puede ir un poco más allá. Puede que a ese señor moribundo y semicongelado le hable un pollo colgado de un gancho. Le hable le cuente secretos que solo son aptos para aquellos que van a cruzar el umbral de la vida. Secretos reveladores e inconfesables que solo tienen cabida más allá de la tumba. ¿Y si solo ha sido una alucinación? ¿Y si ha sido real pero al final alguien abre la puerta y lo salva? Quizás no haya lugar en el mundo para un vivo que conoce los secretos de la muerte. ¿Y si quien le abre la puerta es ex mujer acompañada del editor, ambos preocupados por que no les cogía el teléfono? Puede que al final el pobre repartidor cumpla su sueño de fama y riqueza pero se vea acosado por animales congelados que quieren mandarle al otro barrio. Quien dice animales congelados dice cualquier cosa, por supuesto. Esto quizás da para novela. Novela que en cualquier caso no escribiré, pues solo era un ejemplo para reflejar esto de la inspiración y la imaginación. A veces dos minutos parado detrás de un camión frigorífico dan para mucho.

Tomando este ejemplo como… ejemplo (menuda redundancia) podemos aplicarnos el cuento a cualquier cosa. Si nos acostumbramos a ir por la vida retorciendo la realidad, inventando probabilidades y buscando líneas de realidad alternativas, obtendremos una gran cantidad de ideas para desarrollar. Y a partir de ahí, como ya he dicho mas arriba, seleccionar, descartar, reciclar…

No sé si en la presentación me habría dado para explicar todo esto, pero como he dicho, para eso tenemos los blogs y para eso se inventó la escritura: para contar aquello que queremos que prevalezca... o lo que no nos da para decir cara a cara. Y dejo esta pequeña reflexión así porque se me acaba de ocurrir una idea buenísima sobre un repartidor de carne que…

miércoles, 1 de noviembre de 2017

XII Jornades de les lletres ebrenques (cronica de mi fugaz paso por ellas)





Reconozco que recibí la invitación a las “Jornades de les lletres ebrenques” con cierta frialdad, en primer lugar por mi desconocimiento de las mismas y en segundo por aferrarme a esa famosa paradoja de Groucho Marx que decía “Nunca formaría parte de un club que aceptara a alguien como yo como miembro”. Aunque cuando digo frialdad no digo desánimo, resignación ni nada por el estilo, solo que si hubiese conocido la magnitud de esas jornadas de antemano, seguramente me habría alegrado muchísimo más en un primer momento. Pero pongámonos en el lugar de las mismas.

El epicentro de las jornadas está situado en la Biblioteca Sebastiá Joan Arbó, en la localidad de Amposta, capital de la comarca más al sur de Cataluña. En esa biblioteca se reúnen desde hace ya doce años, personas que se dedican a la literatura y al arte en general, las cuales durante los dos o tres días que duran, realizan todo tipo de actividades no solo literarias si no también de cualquier otra expresión artística como la pintura, la música, el teatro… Como he dicho, yo lo desconocía pero las “Jornades de les lletres ebrenques” llegan a reunir a más de medio centenar de autores cada año, contando con algunos de renombre, además de autores noveles, entre los cuales yo me encontraba.

Como decía más arriba, recibí la invitación a las mismas con cierta frialdad, pero ésta se disipó al poder ver el cartel de actividades, el nivel de los autores invitados y el hecho de que incluso los autores noveles dispondríamos de tiempo para promocionar nuestras obras. Pero me dejo ya la teoría y voy a relatar mi breve paso por las mismas.

Al vivir lejos de Amposta y trabajar entre semana, no pude asistir al acto inaugural ni a las primeras actividades, entre las que destacaría una lectura de microrrelatos a cargo de alumnos del instituto. Me gustan especialmente los microrrelatos y sabiendo que están escritos por chavales la cosa se hace doblemente atractiva ya que creo que en esta forma de expresión literaria puede verse el talento y la imaginación de un autor sin todos los condicionantes técnicos que posee una novela, por ejemplo. Los microrrelatos son literatura en bruto, pequeñas explosiones de creatividad que no pueden pasarse por alto. Además, y como curiosidad, pude leer en Internet que éstos se escribieron en castellano, un dato significativo estos días en los que se pone tan en duda al sistema educativo catalán.

Otro acto destacable era una charla que debía realizarse con el escritor Rafel Nadal sobre su última novela, la cual tuvo que modificarse debido a la ausencia de éste por la muerte de un familiar directo. Al final la charla con el autor se convirtió en una mesa redonda para hablar de él y de su obra, demostrando que si uno se lo propone, incluso ante un percance de tal magnitud, puede salvarse el día.

Mi idea era llegar el sábado a media mañana, pero por causas que todavía desconozco (¿Agujeros de gusano? ¿Tempus fugit? ¿Mucho tráfico en la carretera?) no aparecí por allí hasta la una del mediodía. Llegué justo a tiempo para asistir a una mesa redonda en la que se hablaba del panorama literario de la zona, otras jornadas, se presentó un videojuego creado por una estudiante y basado en la historia de la localidad y lo que más me llamó la atención: La presentación de dos cortos basados en dos microrrelatos de un autor (o autores) local (o locales). Esto último me hizo fantasear un poco con la idea de ver algún día uno de mis textos llevado a la pantalla; no eran de oscar ni mucho menos, pero sí una forma creativa de hacerlos llegar a un público que quizás de otra forma no repararía en ellos.
Cuando terminó el acto salimos pitando a comer, pero antes quise pasarme por la mesa donde se exponían (para su venta) los libros de los autores asistentes. Cual fue mi sorpresa al ver a uno de los que habían presentado los cortos, hojeando uno de mis libros, lo cual me dio el pretexto perfecto para presentarme y hablar sobre la posibilidad de trabajar juntos. Al final no tuvimos tiempo de profundizar demasiado, pero siempre es bueno tener un primer contacto.

Luego vino una comida literaria, que es como una comida normal, pero en la que solo hay escritores o personas relacionadas con este mundillo. Yo llegué de los últimos y casi no quedaban sitios libres, así que me senté en la única silla vacía que vi. Cual fue mi sorpresa al encontrar frente a mi a un viejo amigo de cuando tenía 16 años, el cual lleva publicadas dos o tres novelas y que ni yo sabía que escribía ni él que lo hacía yo. Fue un reencuentro fugaz, ya que en terminar de comer salió pitando, pero me hizo pensar en lo largos que son a veces los tentáculos de la literatura. Por no decir eso de que el mundo es un pañuelo, que está ya muy visto.


Después de comer llegó mi momento de gloria, en el que una decena de nuevos (y no tan nuevos) autores disponíamos de cinco minutos cada uno para hablar de nuestra o nuestras obras. Y como no podía ser de otra manera siendo yo, sentí que había metido la pata al instante. Llevaba una semana preparándome un pequeño discurso en el que pretendía criticar los peinados de los escritores, cosa q1ue me parece totalmente necesaria en estos tiempos que corren, pero en el último momento decidí cambiarlo por otro, más breve, por si no me daba tiempo, y no fue la mejor idea del mundo. Soné inseguro, me dejé un fragmento en algún momento y al final quedó tan breve y soso que decidí leer uno de los microrrelatos de mi anterior libro. Mi idea era, y siempre es, marcar un poco la diferencia con los otros autores. Yo no soy escritor, así que no puedo hablar de técnicas narrativas, de estructuras gramaticales ni otras cosas técnicas, por lo que siempre abogo por el humor, las anécdotas sacadas de quicio y otros trucos sucios que guardo en la manga. Esta vez no salió como esperaba pero no fue nada especialmente grave.

Lo siguiente fue una charla que me salté, ya que me encontré con una vieja amiga con quien tenía muchas cosas que hablar y que contar y las jornadas cerraron con la actuación de “Lorquianas”, unas chicas que combinaban la literatura con la música y el teatro en una actuación realmente estremecedora, en el buen sentido de la palabra.

Y la cosa terminó, dejándome una sensación agridulce por mi breve actuación, pero la enorme satisfacción de haber formado parte de algo grande, bello y significativo.


martes, 3 de octubre de 2017

Ladridos en la biblioteca (la primera presentación oficial)





El acto de presentar un libro es algo que siempre me ha causado (como lector), cierta indiferencia. Normalmente compro libros, sea porque he oído de ellos, porque sigo a sus autores o simplemente porque decido leer algo al azar, en cuyo caso busco algo que me resulte atractivo a nivel cubiertas. Siempre que he acudido a una presentación ha sido por compromiso y no siempre he salido muy contento de allí. Por ese motivo, cuando me encontré a mi mismo en el lado opuesto al del lector y con la necesidad de presentar mis libros, algo en mi se rebeló.
Tuve claro desde el principio que mis presentaciones debían ser amenas, divertidas y que la gente que decidiera acercarse a verme, fuera por compromiso o casualidad, deberían pasar un rato entretenido, antes que ser convencidas de comprar mi libro. Con esa premisa lo he hecho hasta ahora y aunque prácticamente acabo de empezar, creo que le voy pillando el truco a esto. Es por ello que en esta entrada quiero hablar, solo un poquito, de la primera presentación de mi último libro “La onomatopeya del ladrido y otros relatos pulp”.
 
La temida sala vacía antes de la presentación.
El día 30 de septiembre tenía una cita con la biblioteca de Amposta, ciudad en la que nací y crecí y en cuya biblioteca, además, pasé los años más raros de mi adolescencia, como un arqueólogo explorando una vasta ciudad oculta hasta el momento.  Allí descubrí a algunos de los autores que me han acompañado durante toda mi vida, como es el caso de Lovercraft, Poe, Buckowsky, Tolkien o Vian. Allí pasé muchísimas horas “refugiado” mientras afuera la gente hacía cosas normales pero que yo no acababa de comprender y allí aprendí también que en las bibliotecas no se liga nada, aunque eso es otra historia. La cuestión es que regresé a la que considero mi biblioteca, una de las más impresionantes y variadas que he visto en mi vida y esta vez no como lector si no como escritor. Todo un honor y también una carga de inseguridad al no verme a la altura.
Y es que la mayor de las inquietudes ante una presentación es la afluencia de público. Presentar un libro ante tu familia y amigos está muy bien, pero uno siempre aspira a abrirse a un público nuevo, darse a conocer y, como no, vender algunos libros. Afortunadamente en esta presentación, tuve mucho más público del esperado, llegado a contar, así a ojo, más de cuarenta personas. Todo un lujo.
 
Y la satisfacción del espacio ocupado por el público
Comencé con humor, como tiene que ser. Es asombroso cómo me tiemblan las manos al agarrar el micrófono y como se me pasa cuando el público deja escapar las primeras carcajadas. Siempre he pensado que el principio de algo, sea un libro, una charla, una película… debe ser representativo de lo que después vendrá, así que las primeras frases pronunciadas deben estar bien medidas. Después, Assumpta Eixarc, una antigua profesora que me dio clases cuando tenía 17 años, se encargó de presentarme formalmente, leyendo fragmentos del libro que para mi satisfacción, parecieron encantar al público. A partir de ahí, nos fuimos alternando las intervenciones, contrastando su parte más seria y formal con mis explicaciones en clave de humor, creando casi sin darnos cuenta, una coordinación que no habíamos ensayado ni previsto de antemano. Por supuesto se habló del libro, de literatura, de qué es eso del “pulp”, de escritura y edición… Pero no voy a entrar en detalles aquí.

Cuando terminamos y tras la firma de ejemplares me permití un rato de reflexión. El contacto con el público es importante. Mucho más de lo que pensaba un año atrás. Oyendo hablar al autor de un libro, uno se queda con su tono de voz, con su forma de expresarse, y eso le da un toque distinto a la lectura del libro. A mi me pasa y muchos me han confesado que también, en el caso de mis libros y blogs, después de conocerme en persona. Al final esta presentación fue un gran éxito, pero quedan un par más por venir, esta vez lejos de mi casa, por lo que va a ser más complicado reunir al público. Pero ya vendrá lo que tenga que venir. De momento me quedo con la experiencia de un gran día y para que veáis que no os he engañado, algunos fragmentos de las opiniones de dos de los asistentes a la misma.

Debo decir que la presentación fue muy amena, alternando en las actuaciones la Sra. Eixarch (de forma muy profesional) y el Sr. Rosa (que se dedicó a la bis cómica). Ambos se complementaron a la perfección e hicieron las delicias del respetable. De hecho, estoy por sugerirle al Sr. Rosa que se dedique a hacer monólogos en otros eventos...
J.M Lletí

Una presentación diferente, irónica, que ha sacado la risa de un público entregadísimo, por el hecho de tener un escritor ingenioso, que ha captado la atención de los oyentes. Assumpta i Josep, han conseguido que todos tengamos la curiosidad de leer este libro de relatos.
Joana Serret

sábado, 23 de septiembre de 2017

La necesidad de una "marca de autor".


Hace unos meses tuve la suerte de coincidir en una feria del libro con Vicent Pellicer, un autor ya consagrado en mi tierra, con el cual tuve tiempo de charlar sobre este mundillo literario en el que acababa de meterme y en el que todavía hoy no tengo muy claro como moverme. Debo decir antes de ir al grano, que ese señor me causó una sensación de extraña calma desde el momento en el que le vi aparecer, con las manos vacías, como si la cosa no fuese con él y se sentó a mi lado.
Recuerdo que era temprano, por la mañana, y yo estaba sentado en mi silla, tieso como un palo a causa de los nervios y esperando a que llegaran posibles compradores de mi libro, mientras que él caminaba distraido, saludando a conocidos y sentándose lejos del puesto de firmas para tomarse un café. Yo ya tengo mis años, pero al lado de ese señor me sentía como un chiquillo torpe; como en un primer dia de trabajo.
El libro de Pellicer era un tomo grueso, con papel de calidad, de gran tamaño y repleto de fotografías a color sobre la tierra en la que ambos nacimos. Era caro. No lo recuerdo, pero sé que la gente que adquiría uno lo pagaba con un billete de cincuenta y casi no les devolvían nada. Y yo, con mi librito de ocho euros lo observaba todo con cierta extrañeza. Y ahora sí voy al grano. 

Estuve hablando con él y me explicó en un tono extrañamente paternalista, que cuando uno quiere darse a conocer en este mundo de letras y libros, debe tener especial cuidado con su nombre más incluso que con su prosa. Me dijo que el nombre del autor debe ser como su sello, su "marca", y que eso era en lo que se fijarían los lectores. Me recomendó buscar mi estilo y ser fiel a él para que algún día, con un simple vistazo, pudiesen identificarse mis libros. Por supuesto, no le hice caso.
Le dije que yo no quería tener ninguna fama en este mundillo, que yo escribo por diversión, publico por convicción y acudo a actos públicos por inducción (sí, como las vitrocerámicas) y que por ello no quería verme acechado por angustias económicas o de fama. Él aplaudió mi forma de enfocar esta afición y se marchó para siempre. Pero debería haberle hecho caso.

Estos meses, especialmente ahora que tengo otro libro en la calle, he pensado mucho acerca de este tema ya que me he dado cuenta de que no por darle un acabado profesional al libro la gente te va a tomar más en serio o te va a proporcionar alguna visiblidad más allá de lo anecdótico. Y es que la clave no es el título del libro, su contenido o su aspecto sino "la marca" que supone el nombre del autor y es con ese elemento con el que hay que trabajar desde el primer momento.
¿Como hacerlo de foma efectiva? Esto no es algo que vaya a poder resolveros yo en este blog. Pero siempre podéis buscar a Vicent Pellicer u otro autor similar y convertirle en vuestro mentor.

jueves, 14 de septiembre de 2017

La soledad del autor autoeditado


Hoy en día la autoedición puede que sea la opción más utilizada para que autores, tanto noveles como veteranos, vean su obra publicada. Y no hablo solo de libros sino también de música, juegos, etc... El gran monopolio de las editoriales parece que se resquebraja ahora que internet nos pone en bandeja mil y una formas de publicar, además de las imprentas de barrio que casi todas poseen su propia firma. Desgraciadamente, y aunque esto pueda parecer a todas luces positivo, también tiene su lado oscuro, ya que la falta de filtros hace que cualquier cosa valga y por lo tanto descienda la media de calidad de las nuevas publicaciones, lo que hace que muchos sectores (editores tradicionales, libreros y también el público), menosprecien la autoedición hasta puntos casi ofensivos. Yo mismo he oído frases como "te autoeditas porque ninguna editorial te quiere publicar" o incluso "la autoedición es como la prostitución pero cambiando sexo por libros" y cuidado que no digo que esto no sea cierto, pero deberíamos tener en cuenta los matices, que són los motivos que llevan a cada uno a autopublicarse.

La imágen que todos tenemos en mente al pensar en autoedición es la del pobre escritor al que novela en mano, le dan con la puerta en las narices en todas las editoriales hasta que una noche en un cruce de caminos aparece una figura misteriosa envuelta en brumas y con olor a azufre y le ofrece firmar un contrato para lograr el éxito con su novela. El pobre incauto firma en el recuadro correspondiente y ve como de repente y a golpe de talonario (todo tiene un precio), tiene su libro en las manos y da entrevistas en la tele en las que habla sobre sus numerosas ventas y el éxito de sus presentaciones. Es una bonita historia, mucho más común de lo que algunos piensan y con puntos mucho más oscuros de los que aquí he tratado (presentaciones de pega con el público comprado, falsas cifras de ventas, críticas posiivas en blogs de amigos de la editorial...) para subir el ego del autor y que se sienta "como un escritor de verdad" (otra frase que he oído) y alimentar así esta nueva industria. Pero cuidado porque existen otros casos, y no se pueden dejar de lado. Y como la cosa va de ejemplos, voy a explicaros el mio.

Yo me llamo Josep. En internet casi todo el mundo que me conoce lo hace a través de mi afición por los juegos de rol, las pelis de marciantitos y robots y como no, por mi faceta de escritor (autopublicado) de un librito de relatos y demás. Pero mi realidad es otra, ya que muy a mi pesar no me paso la vida jugando con muñequitos, leyendo y escribiendo sino que la gran mayoría de mi tiempo estoy trabajando; y mi trabajo consiste en conducir un camión de veintiseis toneladas y realizar labores de carga y descarga de enormes piezas de marmol con un peso más que considerable. Son muchas horas al día y el nivel de peligrosidad es alto; no hay año que algún compañero no se deje la vida a causa de algún fallo humano o técnico, y es que cuando te caen encima varias toneladas de piedra es lo que pasa. ¿Y a donde quiero llegar con todo esto? Pues a que me gusta escribir. Me abstrae, me relaja, me hace feliz... Como me hace feliz maquetar, corregir, revisar, publicar, presentar, promocionar... Y no voy a enviar cartas a editoriales tradicionales ya que pueden pasar años hasta que alguna de ellas muestre interés por lo que escribo, si es que eso sucede algún día, y yo quiero hacerlo ahora, disfrutarlo ahora, porque no estoy dispuesto a sacrificar tanta satisfacción por los criterios de un editor. Además que puedo morirme en cualquier momento, y no quiero perderme nada por esperar a que las editoriales tradicionales vengan a por mi.

Resumiendo: La autoedición no solo es una opción para los rechazados, los impacientes o los necesitados de un ego mayor; también es una opción elegible por aquellos que como en mi caso, no deseamos formar parte de una gran editorial ni ganar dinero con esto, ni tener que escribir sometido a plazos, sugerencias ni exigencias de nadie. La autoedición es la mejor opción para los que nos divertimos escribiendo y no esperamos más que la satisfacción de hacer lo que nos gusta.

domingo, 27 de agosto de 2017

Pues esto ya está aquí...




Aparece una idea, como un fogonazo. La descartas. Regresa, esta vez más nítida y piensas “Vaya, quizás se podría sacar algo de esta gilipollez”, pero la dejas escapar de nuevo. Reaparece una vez más y eso solo puede significar que eso es algo, así que la atrapas y la escribes, luego otra y otra… Se llenan páginas con esqueletos de historias algunas de las cuales acaban irremediablemente en la papelera pero otras, milagrosamente, van cobrando forma, cuerpo y sentido. Al final el trabajo está “terminado”, pero queda lo más duro. Revisar, corregir, maquetar, transformar tanta palabra e algo parecido a un libro y luego… La Decisión. “¿Busco un editor que me haga el trabajo sucio o me ensucio yo mismo con mi trabajo?” Parece algo trivial. “¿Qué más da si al final lo único que quiero es ver mi trabajo en papel?” Pero es algo esencial. Al final la presteza gana camino a los convencionalismos y el libro sale de imprenta, radiante, precioso, como un hijo del que sentirse orgulloso… ¿Y ahora?

Ahí estoy yo... cerquita de la Terelu.
"Ahora" es donde estoy ahora. Mi segundo libro “La onomatopeya del ladrido, y otros relatos pulp” está en la calle, por fin, humildemente pero a disposición del gran público. Ahora el mundo puede juzgarme y es cuando me doy cuenta de que pude cometer cientos de errores desde que decidí capturar esa idea, como si fuera una mariposa y transformarla. Ahora mismo me parece que pedirle dinero a un desconocido para que pueda leer esas… cosas que escribí es una gran responsabilidad y un gran riesgo. Ahora me siento vulnerable, pero no puedo echarme atrás. 

Durante más de un año éste ha sido mi libro, en el cual yo podía hacer y deshacer a voluntad, pero hoy deja de serlo. Hoy se independiza, se marcha de casa y no puedo hacer otra cosa que desearle lo mejor y esperar que me traiga buenas noticias. 

Hoy mi “Onomatopeya…” es vuestra “Onomatopeya…” y os invito a que conozcáis el libro, lo disfrutéis y que no seáis muy duros con él. Soy un padre muy sensible.

Más información sobre cómo adquirir el libro AQUÍ.

viernes, 18 de agosto de 2017

La onomatopeya del ladrido (último avance del libro)

La "onomatopeya del ladrido" es el primer relato que escribí para el libro y también el más extenso, por lo que decidí que la recopilación entera debía llevar su nombre... Además de que es un título que me encanta.
Mucha gente me ha preguntado el porqué de ese título, así que he decidido que no hay mejor forma de presentar el relato que con la parte en la que se hace patente tal decisión.


"A la mañana siguiente se levantaron renovados. El Sol brillaba afuera y el paisaje, iluminado por la luz del día y la humedad de la tormenta, presentaba una belleza inigualable. Encinas, pinos silvestres y acebos daban cobijo a aladiernos, madroños y tejos, que a su vez guarecían a decenas de especies animales de toda índole. El aire olía bien, casi tanto como la cocina donde estaban preparando los desayunos.
Celonio y Berilio se asearon, se vistieron y bajaron a hacerse con una mesa. El fuego ardía de una forma mucho más humilde que la noche anterior, ya que esta vez sólo había un grupo de señores mayores compartiendo la estancia con ellos. Celonio aprovechó que la avispa había salido a oler unas flores cerca de la ventana para preguntar.
Entonces… ¿Qué piensas hacer?
He estado pensando y… —Berilio dio un mordisco a la tostada con tomate antes de continuar, sin duda para dotar de emoción a su respuesta—. Creo que viviré. Este mundo no está tan mal como para dejar que sea arrasado a saber por qué dios primigenio. ¿No crees?
Celonio se encogió de hombros. Para él, seguir viviendo o morir junto con el resto de humanidad no era un tema a tener en cuenta. En esos momentos, de hecho, le preocupaba más el saber dónde estaba el salero. Y el salero estaba justo en la mesa de al lado, en poder de los cuatro viejos que en esos momentos estaban discutiendo sobre un tema tan apasionante, que los dos protagonistas de esta historia no osaron interrumpir, para saber cómo acabaría.
Por lo visto, uno de los viejos, al que llamaremos a partir de ahora Viejo1 aseguraba que la forma correcta de escribir el ladrido de un perro era “guau”, mientras que el otro, Viejo2 decía que era, de toda la vida “bup”. Pero como justamente corresponde a una discusión de ese calibre, habían más discrepancias, ya que Viejo 3 apostaba por “worf”, a lo que los otros consideraban un anglicismo, con lo que Viejo3 defendía que en idiomas animales no pueden haber anglicismos, ya que eso compete a lenguajes humanos. Viejo4 por su parte, fuera por convicción o simplemente por echar más leña al fuego, dijo que lo correcto era escribir “llap” a lo que los otros tres respondieron que qué perro tenía él para que sonara así.
Y la discusión fue creciendo en intensidad, las palabras subiendo de volumen y ante la atónita mirada de Celonio y Berilio, los cuatro viejos comenzaron a ladrar, cada uno según su criterio de pronunciación, mientras se arrojaban los platos sucios a la cabeza para acabar tirando la mesa al suelo y persiguiéndose, ladrido en boca, por todo el comedor. La cosa terminó con el dueño del local ahuyentándolos a escobazos hasta que encontraron la puerta y salieron corriendo por el monte, en busca de alguna liebre sin duda.
Berilio sacudió la cabeza y Celonio sabía que ese gesto significaba un cambio de opinión. Después de la escena cualquiera se sentiría decepcionado con una humanidad capaz de romper su decoro y comportamiento por una simple discusión. Ambos miraron a la puerta y supieron que la humanidad estaba condenada a causa de la onomatopeya del ladrido."

sábado, 12 de agosto de 2017

El incidente de Belén (fragmento incluido en el libro)

Al igual que en el anterior avance, éste "El incidente de Belén" es una revisión de un clasico como es la aparición de los tres reyes de oriente en el portal de Belén que he decidido ampliar añadiendo algunas cosas de mi cosecha como artes marciales, viajes en el tiempo y terribles maldiciones. Espero que el resultado final guste y aquí queda este pequeño fragmento.


"La muchacha se dejó caer boca abajo en la cama. Su cabello rubio se había pegado a su cara con el sudor. Estaba agotada. La escena se había alargado más de lo previsto y además su compañero no le había dado tregua. Tenía la piel blanca como la nieve y ésta estaba cubierta de pequeñísimas gotas de sudor que brillaban bajo la luz de los focos. Giró la cabeza y se incorporó ligeramente, movió el trasero hacia un lado y, dejando ver uno de sus generosos pechos, miró directamente al hombre que de pie junto a ella se colocaba un albornoz. Era Sam, la nueva estrella del cine para adultos; alto, fuerte y con la piel negra como el carbón; su miembro seguía semi erecto y le colgaba hasta las rodillas demostrando que a veces, algunos tópicos raciales son ciertos.
¿Te he hecho daño? —le preguntó Sam a la muchacha.
Sabes que puedo con esto y con mucho más —respondió ella señalando con la vista a su entrepierna antes de echarse a reír.
Sam sonrió al ver que todo había ido bien y salió del decorado abrochándose el albornoz para meterse en su camerino. Había llegado hacía relativamente poco a los Estados Unidos pero muy pronto se interesó por la industria del cine x y decidió instalarse en Silicon Valley, justo al ladito de Hollywood donde los sueños se hacen realidad; tras unas cuantas apariciones en películas del montón, estaba rodando la que sería su mayor éxito: “Tócamela otra vez, Sam”, destinada a convertirse en un gran clásico a la altura de “Garganta profunda” o “Debbie does Dallas”.
Estaba aseándose para la siguiente escena cuando un mensajero le trajo una carta extraña; en el interior de un sobre ordinario de correos había otro, y otro y otro, cada vez más antiguos hasta revelar una nota escrita a mano en un pergamino amarillento. Sam la leyó con interés pues iba dirigida a un tal Baltasar, y hacía más de dos mil años que nadie se dirigía a él con ese nombre.
Treinta minutos para rodar, Sam —le interrumpió alguien desde la puerta.
Creo que tendremos que rodar la última escena ahora mismo —respondió él—. He quedado con un viejo amigo. Aunque me temo que van a ser dos."

NOTA: Este relato, en versión borrador, fue publicado hace unos años en mi blog "El día del testículo". En el libro "La onomatopeya del ladrido y otros relatos pulp" estará la versión corregida, revisada y reescrita.

sábado, 5 de agosto de 2017

Fragmento de "La venganza de Caperucita".

Al contrario que "En busca de Wonderland", cuyo adelanto podéis leer en la entrada anterior y que se trata de una historia completamente original, ésta "Venganza de Caperucita" está basada en el famoso cuento de Caperucita Roja que todos conocemos pero añadiendo un final alternativo, mucho más oscuro, en lugar del típico "fueron felices y comienron perdices". 
El relato completo se incluirá en el libro "La onomatopeya del ladrido" que se publicará en breve.

"La luz de la antorcha alumbró la figura del lobo, que salía casi arrastrándose desde un pequeño agujero en la pared de roca. Su pelaje estaba sucio y su cuerpo extremadamente delgado era sostenido a duras penas por cuatro finas patas temblorosas que parecían a punto de quedarse sin fuerzas con cada paso. Sus ojos, que relucían con el color de las mismas llamas que le alumbraban se clavaron en ella y una enorme boca repleta de dientes amarillentos se entreabrió.
—¿Has venido a regodearte en mi desgracia, niña? —dijo el lobo con una voz áspera y pesada.
—N… No —fue todo lo que ella se atrevió a decir.
—¿Y entonces a qué se debe tu presencia si no es para admirar lo que los humanos habéis hecho conmigo? Apenas soy una sombra de lo que fui, y todo gracias a la fama que tú y los tuyos me creasteis —dijo con una voz tan oscura como una tumba.
—Sé que no fuiste tú —acertó a decir Caperucita a pesar de su miedo.
El lobo pareció enmudecer y sus ojos se abrieron hasta adquirir una expresión de sorpresa que rápidamente volvió a convertirse en la calma amenazante característica de los de su especie.
—Eso ya lo sabía yo, niña. Solo que a nadie nunca se le ocurrió preguntar mi opinión.
—Porque todos te temen.
—¡Por supuesto que me temen! —aulló—. ¡Os habéis asegurado de que así fuera!
Caperucita dio un gran paso atrás, asustada por la furia del lobo y se encontró con la pared de la cueva. Instintivamente colocó la antorcha entre ella y el animal pero éste no pareció amedrentarse y se colocó tan cerca de ella que por fuerza debía de estar quemándose.
—Todo fue un plan del cazador —dijo Caperucita sollozando sin parar—. Se disfrazó de ti para impresionarme y quedarse conmigo. He sido su trofeo y su criada durante todos estos años.
El lobo retrocedió, alejándose de ella y del fuego.
—Entonces te repetiré la pregunta que te he hecho cuando has entrado aquí —dijo el lobo con más calma—. ¿A qué has venido a mi cueva, Caperucita? ¿En qué puede ayudarte este viejo y cansado lobo?
—Venganza —dijo ella con odio.
El lobo se relamió los dientes."

viernes, 28 de julio de 2017

Primer adelanto de "La onomatopeya del ladrido..."


"Entraron en la mansión con cautela, con las armas por delante y tratando de no hacer demasiado ruido, a pesar de que era obvio que si la puerta se les había abierto era porque alguien sabía que estaban allí. El interior estaba en penumbra y aunque no se encontraba especialmente desordenado, olía un poco raro. El tema de los olores era algo que uno no debía tener en cuenta viviendo en un escenario post apocalíptico de horror y supervivencia. Las industrias de los ambientadores y las fragancias en general no parecían estar muy en la labor de seguir con sus actividades y en cuanto a la higiene personal, si uno lograba encontrar agua limpia solía bebérsela y no meterse en ella para quitarse una mugre que seguro que en pocas horas volvería a estar allí. Encontrar un perfume o una pastilla de jabón en buen estado era algo para celebrar, solo superado por hallar comida en buen estado o un colchón no infestado de bichos en el que dormir.
 Apenas habían dado cuatro pasos cuando apareció ante ellos la figura delgaducha y algo encorvada de Villano, vestido con un elegante traje negro de esos con grandes mangas blancas asomando y una pajarita también blanca que le daba un aire alegre a su sombrío rostro anguloso.

—Bienvenidos a mi casa, viajeros —les dijo a ambos, aunque sus ojos no se despegaban de ella, ascendiendo y descendiendo sin parar desde los tobillos hasta las orejas definiendo perfectamente el contorno de sus caderas—. Hacía mucho tiempo que no tenía visitas no mutadas.

—Lo mismo le decimos, caballero —respondió el Hombre Alto, contento por encontrar a otro superviviente.

—No tenía nada preparado pero… ¿Les apetece cenar? Tengo algo de carne en la cocina.

Y antes de que pudiera terminar la frase, los dos visitantes ya estaban camino del comedor babeando todo el suelo. Preparó una mesa a la antigua usanza. Cubiertos de plata con servilletas de tela, copas de cristal y una jarra de agua turbia pero fresca. Ayudó a sentarse a la dama y se mostró gentil, amable y servicial durante todo el tiempo. La carne asada que sirvió era inidentificable, lo cual se agradecía en tiempos como esos y aunque su sabor era claramente de mutante, ninguno de los dos osó romper el agradable momento; ni siquiera cuando ella encontró una bala de su propia pistola clavada en el filete que estaba cortando.

—Y… ¿Lleva mucho tiempo viviendo aquí? —le preguntó él en un momento de descuido.

—Poco más de un año —respondió Villano—. Me salvé de la catástrofe mientras ayudaba a un niño que se estaba ahogando en una piscina. Al parecer el cloro del agua me puso a salvo del polvo mutazoide y pude conservar mi humanidad.

—¡Oh, que heroico! —dijo ella con la boca llena. Villano sonrió.

—Bueno… No es para tanto —le respondió Villano con modestia.

—¿Y a qué se dedicaba antes? —volvió a preguntar el Hombre Alto.

—Era… ehm… Poeta.

—¿Poeta? —preguntó la chica, ahora con menos comida en la boca.

—Así es —comenzó a explicar Villano—. Yo extraía la esencia misma de la vida, las cosas, los sentimientos, las emociones… plasmándolos en el papel a través de palabras.

—Fascinante… -dijo ella.

El Hombre Alto empezaba a sentirse mal por la presencia de ese hombre extraño que cada vez sonreía más. Realmente, la sonrisa de Villano al ver el interés que despertaba en la chica era tan amplia, que amenazaba con juntarse en su nuca y cercenarle la cabeza de un momento a otro.

—¿Y ahora? —siguió preguntando el Hombre Alto en busca de un punto débil de su anfitrión—. ¿A qué se dedica?

—Ahora, eeehhh… —Villano buscó en su cerebro algo que pudiera impresionar aún más que un poeta a una dama—. Ahora soy cowboy.

El comedor quedó en silencio durante unos segundos.

—¿Cowboy? —preguntó él extrañado. —¿Todavía quedan vacas vivas?

—No son exactamente vacas —aclaró Villano.—.Es simplemente ganado. Y yo me encargo de cuidarlo, alimentarlo y protegerlo.

El Hombre Alto enarcó tanto una ceja que ésta saltó de su rostro y se le quedó enredada en el pelo. Había algo extraño en esa historia y estaba dispuesto a averiguarlo.

—¿Y puedo ver esos animales si no es mucha molestia? — le preguntó.

—Por supuesto —respondió Villano con tranquilidad—. Incluso puedo dejar que los alimentes.

Villano dejó a la vista unos dientes no demasiado blancos pero impecablemente alineados en una sonrisa tensa como la cuerda de un arco."

Fragmento del relato "En busca de Wonderland" del libro "La onomatopeya del ladrido y otros relatos pulp"

lunes, 24 de julio de 2017

¿Revisar o no revisar? He aquí...


*
La revisión de un texto es algo completamente necesario una vez éste está terminado. En la revisión se pulen detalles, se eliminan partes innecesarias o se añaden cosas que faltan. Es un proceso imprescindible para preparar cualquier obra antes de presentarla al público. Y aunque para algunos escritores sea un placer el poder repasar y retocar su obra, para algunos otros resulta una tarea tediosa, costosa y en la que cada palabra eliminada o añadida se convierte en una decisión trascendental que siembra dudas e inseguridad para siempre. Yo, por supuesto, me hallo en este segundo grupo.

En el momento de escribir estas líneas tengo mi segundo libro terminado, la portada casi lista, la maquetación en la fase final y solo me queda sentarme tranquilamente ante el ordenador y revisar. ¿Pero he dicho tranquilamente? La primera duda que me asalta es la de la potestad para modificar lo que escribí hace unos meses. ¿Qué me hace pensar que a día de hoy tenga mejor criterio para analizar mis textos del que tenia cuando los escribí? ¿Quién me asegura que no he perdido facultades y en realidad voy a estropearlo más? La segunda duda es sobre si realmente es necesaria una revisión. ¿Acaso la explosión de inspiración con la que lo escribí no era suficiente? ¿Supera mi ojo crítico a ese momento de creatividad? Y por último me encuentro con la duda acerca de cuantas veces se puede revisar un texto antes de enloquecer. ¿Tres, cinco, doscientas treintaycuatro?

Es por todas estas preguntas que seguramente quedarán sin respuesta para siempre que puedo asegurar que la revisión es mi parte menos preferida en esto de la escritura, aunque paso por ella porque soy consciente de que si luego vas a hacer pagar a la gente por eso que has escrito, que menos que haber padecido un poco en el proceso. Además de que el lector medio es capaz de detectar si eso que está leyendo es un texto pulido y cuidado o una serie de párrafos en bruto que conforman una historia más o menos coherente.
Y es que no hay que menospreciar al lector. Ni al lector ni a nadie, en realidad. Pero hay que tener en cuenta que esa persona que ha puesto dinero de su bolsillo para leernos, seguramente entrará a matar si el producto adquirido no cumple las expectativas y por ello, aunque son muchos los factores que hacen de un libro algo "aceptable", un texto bien revisado es lo esencial.

*Imagen robada (pero con buena fe) del blog de Jessica Davidson

jueves, 6 de julio de 2017

En la feria del libro de Alicante


Las ferias del libro, en general, son acontecimientos importantes para el sector librero/ editorial, ya que representan un escaparate al público que llega más allá de los lugares habituales, además de resultar un incentivo para las compras debido a los descuentos y/o regalos que se ofrecen. En cuanto a los autores invitados para firmar libros y darse a conocer, la cosa quizás no sea tan bonita como parece, y hablo con conocimiento de causa ya que en esta última feria del libro de Alicante acudí en ese rol y mis impresiones, aunque nada sorprendentes, creo que merecen ser comentadas aquí.

Uno de los stands de la feria

En primer lugar, decir que las ferias del libro "oficiales" están vetando cada vez más la entrada de autores autoeditados o que han publicado a través de pequeñas editoriales independientes. El motivo está claro: La publicación masiva y sin control de obras de toda índole rompe el orden natural con el que trabajan las editoriales, distribuidoras y librerias habituales. Yo logré colarme en la feria (como muchos otros, supongo) por interceder a mi favor uno de los libreros del gremio, el cual me hizo el favor de buscarme un hueco entre los autores invitados.

En segundo lugar, y una vez estuve instalado en la caseta correspondiente, hay que distinguir entre dos tipos de escritores: los visibles i los invisibles, también llamados "los que dan pena". Entre los visibles tenemos a autores con cierto renombre, con el apoyo de grandes editoriales o los oriundos de la zona, los cuales atraen a cierto número de amigos/ seguidores que les muestran su apoyo. En sus casetas suele haber gente, se firman libros, se hacen fotos y se dan apretones de manos. Entre los escritores que dan pena me encontraba yo, solo en mi caseta viendo pasar a la gente por delante sin que sus ojos se percataran de mi existencia.
Pero ser uno de los invisibles no es algo de lo que apenarse. Es normal teniendo en cuenta que la mayoría de personas que acuden a una feria del libro solo están de paso o ya saben qué van a comprar o por lo menos tienen una idea aproximada de qué es lo que buscan. Son pocos los que se acercan en busca de algo nuevo que descubrir, como por ejemplo un librito no demasiado llamativo de un autor con cara de pena y totalmente despeinado. Por cierto, el tema cabello de escritor es un tema a tratar aparte, pero quizás me anime en una futura entrada.

Aquí algunas de las personas que no compraron mi libro.

Y en tercer lugar y a modo de conclusión, decir que esperaba ese resultado, aunque a pesar de ello me quedó un sabor raro en laboca, no diré que malo, pero si que tuve la sensación de haber perdido una hora sentado en esa silla a pesar de la sensación de oír mi nombre anunciado por megafonía, la gente que se paró a hablar conmigo (pocos, pero los hubo) y el hecho de haber participado en una feria del libro que ni siquiera sabía que existía unas semanas atrás.

¿Repetiría? Por supuesto. Aunque la proxima vez, si la hay, apareceré montado en un monociclo y haciendo malabares con antorchas a ver si así alguien se percata de mi existencia.

Nota: Las imágenes estñan sacadas de la página web de Diarioinformación, por supuesto sin su permiso, aunque espero que no les moleste.

sábado, 1 de julio de 2017

El crimen de dejar un libro a medias

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Parece ser que existen ciertos tabúes con los libros y la literatura que algunos utilizan como si de normas férreas se tratara cuando en realidad, no hacen más que emponzoñar un acto íntimo y personal como es el de leer. Y uno de esos tabúes, con el cual me he encontrado muchas veces, es el de sentirse con la obligación de terminar todo libro que se empieza.

"Yo hace tiempo que no leo porque empecé un libro, no me gustó y lo tengo allí esperando en el cajón de la mesita", "hasta que no termine el que tengo entre manos... pero es que no me está enganchando nada", "me recomendaron un libro buenísimo pero es que se me ha atragantado y voy a tener que empezarlo otra vez a ver si mejora..." son frases que he oído y seguro que no he sido el único. Frases que me dan pena porque son síntomas de la escasa cultura literaria que tenemos, al ver (y mostrar) los libros como obligaciones más que como simples formas de entretenimiento. ¿Porque cuantos hemos dejado a medias una pelicula o videojuego sin que nos haya supuesto un motivo de vergüenza o desasosiego? "Es que esa peli era un rollo" o "no me van ese tipo de juegos y he empezado otro" son frases también comunes y que apelan a mucha más naturalidad. ¿Por qué no hacer lo mismo con los libros? Quizás porque los dotamos de un simbolismo que en realidad no poseen.

Hay libros malos, escritores malos, libros y escritores buenos pero que escriben para un público que no somos nosotros... Hay momentos en la vida para cierto tipo de literatura e incluso momentos para ninguna literatura o para toda. Yo he pasado largas temporadas sin leer nada en absoluto y otras en las que devoraba cualquier libro que caía en mis manos, pero incluso en esos momentos de èxtasis lector, he tenido que dejar a medias algunos. Lo más llamativo me sucedió con una novela llamada "Oscuro como la tumba en la que yace mi amigo", de Malcom Lowry. La vi por casualidad en mi librería y me llamó poderosamente su título ya hacía poco que había fallecido un amigo mio y me resultó muy evocador. No sabía que ese autor era precisamente famoso por lo lenta y densa de su escritura. Tuve que dejarlo con apenas cuarenta páginas leídas. Y reconozco que no me sentí del todo bien aparcandolo en una estantería, pero no quería sacrificar futuras lecturas por empecinarme en terminarlo. Hace poco, quince años después de habero abandonado, decidí quitare el polvo y darle una segunda oportunidad; pensé que la madurez me permitiría disfrutarlo como no supe hacerlo con veintipocos, pero no. Seguía pareciéndome un tostón. Aunque esta vez no sentí tanta tristeza. Malcom Lowry es considerado un gran escritor, pero sin duda no escribe para mi.

Es por ello que me gusta repetir, cuando tengo ocasión de hablar frente al público, o como ahora a través de este blog, que tener unos hábitos de lectura sanos es algo muy importante, como no leer con la tele puesta o en la cama después de un día agotador, pero que a veces saber cuando retirarse ante una lectura no provechosa, puede ser una buena opción, nada reprobable y que quizás nos abra la puerta a otra lectura más adecuada... O si no, siempre podemos retomarla en quince años a ver qué pasa.

*Ilustracion del libro Bibliomanía, para la editorial Gadir.

miércoles, 14 de junio de 2017

La importancia de escribir ficción



A menudo me encuentro con personas que se muestran muy interesadas en lo que escribo o leo y me preguntan sobre qué escribo o de qué va eso que tengo en las manos. Son preguntas sencillas que sin embargo, a veces resultan difíciles de responder debido a los matices que existen dentro de un mismo género, pero siempre, o casi siempre, me parece detectar cierta decepción cuando pronuncio la palabra “ficción”. Sé que no es algo generalizado, pero hay mucha gente que lo consideran un género inferior y hay quien incluso me responde con cierta soberbia que lo que a él/ ella le gusta es la historia o, en su defecto, leer biografías de personajes históricos. No suelo responder, pero sí me hace pensar en que todavía estamos muy condicionados por lo que nos han definido como “ficción” y “realidad”, así que voy a hacer un pequeño apunte sobre estos términos.

La ficción está en todas partes. Los libros de historia están llenos de ella. ¿Habéis oído alguna vez la frase “la historia la escriben los que ganan las guerras”? Pues tiene mucho más sentido y es mas literal que lo que algunos piensan. La historia que estudiamos en el colegio es pura ficción; es una novela basada en hechos reales que ha edulcorado y maquillado tanto la realidad que ha dejado de serlo. Recuero ahora mismo un artículo que leí hace poco sobre el Cid Campeador, ese héroe cristiano que expulsó a los moros de España y se convirtió en el mayor héroe patrio del cristianismo. Según ese artículo escrito por un historiador neutral (y que conste que no he podido contrastarlo ni asegurarme de su veracidad, pero lo uso como ejemplo por el contraste con la historia oficial), el Cid fue el líder de una banda de mercenarios sin moral ni escrúpulos que alquilaban sus servicios al mejor postor, luchando contra moros y cristianos por igual. Según decía tal artículo, el Cid habría matado a más cristianos que moros pero una casualidad temporal le situó en el bando cristiano en el momento adecuado y se convirtió en el héroe que hoy conocemos.
Otro ejemplo de ficciones camufladas son, como he dicho antes, las biografías que nos muestran las vidas de personajes de toda índole cargadas de aventuras, sabias decisiones y frases que hacen historia. ¿Debemos creérnoslo? Por supuesto que no. Me niego a creer que alguien como Albert Einstein, que era un matemático que según dicen siempre vestía igual para no perder tiempo pensando qué ponerse y así estudiar más, tuviera una vida emocionante. ¿Y porqué inventarse la vida de los demás? Muy simple. Para dotarla de atractivo y que el mundo se interese por ella. Y así, en ambos ejemplos, sea El Cid o Einstein, es necesario escribir ficción para hacer de sus existencias algo más allá de lo mediocre.

Yo escribo ficción. Y lo hago por que soy un mal escritor y se me da mejor inventar historias que escribirlas. Tratar de documentarme y transformar algo aburrido como la vida de un matemático en una lectura interesante me resulta imposible. Pero contar historias es sencillo, una vez creadas. Y no dejo de preguntarme qué sería de la humanidad sin la ficción, ya no solo a nivel entretenimiento sino también en lo que representa nuestra cultura y, porqué no decirlo, la evolución de nuestra especie. Y aunque no quiero alargarme demasiado con este tema, creo que es necesario indagar en este tema.

Estoy seguro de que los hombres de las cavernas basaban buena parte de su tiempo libre en la ficción. No me creo que unas gentes que vivían en cuevas y se juntaban junto a una hoguera todas las noches no crearan historias fantásticas para entretener a los suyos a la espera de que se inventara la televisión. Imagino cacerías trepidantes, seres gigantescos y recuerdos ficticios de grandes cazadores legendarios. Estoy seguro de que el ser humano evolucionó, creció y se expandió en parte gracias a estos cuentos que alimentaban la imaginación y las ansias de ser mejores y llegar más lejos. Y a partir de ahí, la ficción no solo fue un entretenimiento sino que se asimiló como parte de la vida misma, fundiéndose con la realidad. El amor, la religión… Ficción encarnada en nuestra cultura y nuestro ser para elevar nuestras existencias más allá de lo que en realidad somos, que no es otra cosa que monos sin pelo que han perdido el norte.

Y no quiero alargarme más. Sólo decir para terminar que escribir/ leer ficción es importante, pues nos hace soñar, nos abstrae de nuestra cotidianeidad y quien sabe, quizás sirve para aportar nuestro granito de arena en la historia universal de los humanos del futuro.


domingo, 4 de junio de 2017

Sobre los libros de "verdad"





Aunque escribir es algo que a día de hoy, afortunadamente sabemos hacer todos, no deja de ser una acto íntimo, ya sea escribir grandes poemas desde lo más profundo del alma hasta la lista de la compra antes de salir de casa. Es rara la gente que escribe de forma pública, ya sea en blogs, revistas o cualquier otro tipo de publicación. Es por ello que cuando alguien se entera de que he publicado un libro, suele generarle cierta sorpresa, generalmente a un nivel de simple curiosidad y no tan habitualmente con una magnitud mucho más desproporcionada.

Hace muy poco una persona con la que suelo cruzarme habitualmente en el trabajo me preguntó sorprendido si era verdad eso que decían por ahí y cuando se lo confirmé no pudo contener su asombro y me preguntó si lo que había escrito en el libro me lo había inventado yo. No supe qué responder. Del mismo modo me han preguntado si he escrito un "libro de verdad" o si es "un libro de librería". Realmente todas estas preguntas no hacen más que generarme dudas. ¿Cómo son los libros de mentira? ¿Son esos que los abres y en lugar de páginas ocultan una petaca de whisky? ¿Y qué tipo de libros no se venden en librerías? ¿Hay libros de charcuterías o droguerías?

La conclusión que saco de todo esto es que para las personas que no tienen costumbre de escribir o leer , el mundo editorial les resulta algo tan lejano, que incluso un autor marginal como yo se les antoja todo un héroe de la cultura y el saber. Pero ciertamente, si uno se asoma un poco a este mundillo se da cuenta de que la realidad es muy distinta, ya que existe una sobresaturación de autores, editoriales y sobretodo títulos, que por suerte o por desgracia nos caen encima como una avalancha cada vez que intentamos bucear un poco por la red.
Hace muy poco leí un artículo-denuncia en el que algunas editoriales pequeñas se quejaban de que las habían excluido de la gran Feria del Libro de Madrid, con la excusa de que la autoedición no tenía cabida en esa feria. ¿Está mal? Por supuesto. ¿Me extraña tal comportamiento? No demasiado. Y el motivo es que la cantidad de pequeñas editoriales, autores que se autoeditan y otras que han crecido al margen de la industria de libros convencional son tantas, que amenazan con desestabilizar el sistema que hasta ahora impera en este pequeño gran mundo de los libros.

Las librerias agonizan, dicen. Los grandes autores no llegan a las ventas esperadas, nos cuentan. El libro electrónico está acabando con las publicaciones en papel, nos alarman... Pero lo cierto es que las nuevas tecnologías han abierto una puerta a nuevos (y no tan nuevos autores) que aparecen como setas tras un día lluvioso y que presentan obras de tanta o más calidad que los que venden millones de libros y se anuncian con vistosos carteles. Y teniendo en cuenta esto, es normal que los grandes dinosaurios como es el caso de Planeta, vean amenazada su superioridad y se defiendan torpemente publicando libros de rentabilidad asegurada (biografías de famosos, novelas escritas de cualquier manera por youtubers o twiteros famosos, libros de autoayuda...), convirtiéndose en la pes(c)adilla que se muerde la cola.

Así pues y resumiendo lo arriba dicho: Aunque cause sorpresa entre algunos el hecho de escribir (y publicar), si uno echa un vistazo rápido puede comprobar que no es tan raro ni admirable, y que al final lo único que debemos hacer es centrarnos en qué nos gusta y averiguar como encontrarlo, independientemente de que nos restrieguen ciertos títulos y autores por la cara cada vez que vamos a unos grandes supermercados o librerías famosas. En definitiva, los tiempos están cambiando, tanto para las editoriales, los autores y como no, los lectores.

Amor de primate. Una breve novelita de muy pocos megabytes.

Hay quien dice por ahí que los buenos tiempos del papel ya han llegado a su fin; que entre pdfs, kindles, podcasts y audiolibros, el libro t...