Aparece
una idea, como un fogonazo. La descartas. Regresa, esta vez más nítida y
piensas “Vaya, quizás se podría sacar algo de esta gilipollez”, pero la dejas
escapar de nuevo. Reaparece una vez más y eso solo puede significar que eso es
algo, así que la atrapas y la escribes, luego otra y otra… Se llenan páginas
con esqueletos de historias algunas de las cuales acaban irremediablemente en
la papelera pero otras, milagrosamente, van cobrando forma, cuerpo y sentido. Al
final el trabajo está “terminado”, pero queda lo más duro. Revisar, corregir,
maquetar, transformar tanta palabra e algo parecido a un libro y luego… La
Decisión. “¿Busco un editor que me haga el trabajo sucio o me ensucio yo mismo
con mi trabajo?” Parece algo trivial. “¿Qué más da si al final lo único que
quiero es ver mi trabajo en papel?” Pero es algo esencial. Al final la presteza
gana camino a los convencionalismos y el libro sale de imprenta, radiante,
precioso, como un hijo del que sentirse orgulloso… ¿Y ahora?
Ahí estoy yo... cerquita de la Terelu. |
"Ahora"
es donde estoy ahora. Mi segundo libro “La onomatopeya del ladrido, y otros
relatos pulp” está en la calle, por fin, humildemente pero a disposición del
gran público. Ahora el mundo puede juzgarme y es cuando me doy cuenta de que
pude cometer cientos de errores desde que decidí capturar esa idea, como si
fuera una mariposa y transformarla. Ahora mismo me parece que pedirle dinero a
un desconocido para que pueda leer esas… cosas que escribí es una gran
responsabilidad y un gran riesgo. Ahora me siento vulnerable, pero no puedo
echarme atrás.
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