sábado, 23 de septiembre de 2017

La necesidad de una "marca de autor".


Hace unos meses tuve la suerte de coincidir en una feria del libro con Vicent Pellicer, un autor ya consagrado en mi tierra, con el cual tuve tiempo de charlar sobre este mundillo literario en el que acababa de meterme y en el que todavía hoy no tengo muy claro como moverme. Debo decir antes de ir al grano, que ese señor me causó una sensación de extraña calma desde el momento en el que le vi aparecer, con las manos vacías, como si la cosa no fuese con él y se sentó a mi lado.
Recuerdo que era temprano, por la mañana, y yo estaba sentado en mi silla, tieso como un palo a causa de los nervios y esperando a que llegaran posibles compradores de mi libro, mientras que él caminaba distraido, saludando a conocidos y sentándose lejos del puesto de firmas para tomarse un café. Yo ya tengo mis años, pero al lado de ese señor me sentía como un chiquillo torpe; como en un primer dia de trabajo.
El libro de Pellicer era un tomo grueso, con papel de calidad, de gran tamaño y repleto de fotografías a color sobre la tierra en la que ambos nacimos. Era caro. No lo recuerdo, pero sé que la gente que adquiría uno lo pagaba con un billete de cincuenta y casi no les devolvían nada. Y yo, con mi librito de ocho euros lo observaba todo con cierta extrañeza. Y ahora sí voy al grano. 

Estuve hablando con él y me explicó en un tono extrañamente paternalista, que cuando uno quiere darse a conocer en este mundo de letras y libros, debe tener especial cuidado con su nombre más incluso que con su prosa. Me dijo que el nombre del autor debe ser como su sello, su "marca", y que eso era en lo que se fijarían los lectores. Me recomendó buscar mi estilo y ser fiel a él para que algún día, con un simple vistazo, pudiesen identificarse mis libros. Por supuesto, no le hice caso.
Le dije que yo no quería tener ninguna fama en este mundillo, que yo escribo por diversión, publico por convicción y acudo a actos públicos por inducción (sí, como las vitrocerámicas) y que por ello no quería verme acechado por angustias económicas o de fama. Él aplaudió mi forma de enfocar esta afición y se marchó para siempre. Pero debería haberle hecho caso.

Estos meses, especialmente ahora que tengo otro libro en la calle, he pensado mucho acerca de este tema ya que me he dado cuenta de que no por darle un acabado profesional al libro la gente te va a tomar más en serio o te va a proporcionar alguna visiblidad más allá de lo anecdótico. Y es que la clave no es el título del libro, su contenido o su aspecto sino "la marca" que supone el nombre del autor y es con ese elemento con el que hay que trabajar desde el primer momento.
¿Como hacerlo de foma efectiva? Esto no es algo que vaya a poder resolveros yo en este blog. Pero siempre podéis buscar a Vicent Pellicer u otro autor similar y convertirle en vuestro mentor.

jueves, 14 de septiembre de 2017

La soledad del autor autoeditado


Hoy en día la autoedición puede que sea la opción más utilizada para que autores, tanto noveles como veteranos, vean su obra publicada. Y no hablo solo de libros sino también de música, juegos, etc... El gran monopolio de las editoriales parece que se resquebraja ahora que internet nos pone en bandeja mil y una formas de publicar, además de las imprentas de barrio que casi todas poseen su propia firma. Desgraciadamente, y aunque esto pueda parecer a todas luces positivo, también tiene su lado oscuro, ya que la falta de filtros hace que cualquier cosa valga y por lo tanto descienda la media de calidad de las nuevas publicaciones, lo que hace que muchos sectores (editores tradicionales, libreros y también el público), menosprecien la autoedición hasta puntos casi ofensivos. Yo mismo he oído frases como "te autoeditas porque ninguna editorial te quiere publicar" o incluso "la autoedición es como la prostitución pero cambiando sexo por libros" y cuidado que no digo que esto no sea cierto, pero deberíamos tener en cuenta los matices, que són los motivos que llevan a cada uno a autopublicarse.

La imágen que todos tenemos en mente al pensar en autoedición es la del pobre escritor al que novela en mano, le dan con la puerta en las narices en todas las editoriales hasta que una noche en un cruce de caminos aparece una figura misteriosa envuelta en brumas y con olor a azufre y le ofrece firmar un contrato para lograr el éxito con su novela. El pobre incauto firma en el recuadro correspondiente y ve como de repente y a golpe de talonario (todo tiene un precio), tiene su libro en las manos y da entrevistas en la tele en las que habla sobre sus numerosas ventas y el éxito de sus presentaciones. Es una bonita historia, mucho más común de lo que algunos piensan y con puntos mucho más oscuros de los que aquí he tratado (presentaciones de pega con el público comprado, falsas cifras de ventas, críticas posiivas en blogs de amigos de la editorial...) para subir el ego del autor y que se sienta "como un escritor de verdad" (otra frase que he oído) y alimentar así esta nueva industria. Pero cuidado porque existen otros casos, y no se pueden dejar de lado. Y como la cosa va de ejemplos, voy a explicaros el mio.

Yo me llamo Josep. En internet casi todo el mundo que me conoce lo hace a través de mi afición por los juegos de rol, las pelis de marciantitos y robots y como no, por mi faceta de escritor (autopublicado) de un librito de relatos y demás. Pero mi realidad es otra, ya que muy a mi pesar no me paso la vida jugando con muñequitos, leyendo y escribiendo sino que la gran mayoría de mi tiempo estoy trabajando; y mi trabajo consiste en conducir un camión de veintiseis toneladas y realizar labores de carga y descarga de enormes piezas de marmol con un peso más que considerable. Son muchas horas al día y el nivel de peligrosidad es alto; no hay año que algún compañero no se deje la vida a causa de algún fallo humano o técnico, y es que cuando te caen encima varias toneladas de piedra es lo que pasa. ¿Y a donde quiero llegar con todo esto? Pues a que me gusta escribir. Me abstrae, me relaja, me hace feliz... Como me hace feliz maquetar, corregir, revisar, publicar, presentar, promocionar... Y no voy a enviar cartas a editoriales tradicionales ya que pueden pasar años hasta que alguna de ellas muestre interés por lo que escribo, si es que eso sucede algún día, y yo quiero hacerlo ahora, disfrutarlo ahora, porque no estoy dispuesto a sacrificar tanta satisfacción por los criterios de un editor. Además que puedo morirme en cualquier momento, y no quiero perderme nada por esperar a que las editoriales tradicionales vengan a por mi.

Resumiendo: La autoedición no solo es una opción para los rechazados, los impacientes o los necesitados de un ego mayor; también es una opción elegible por aquellos que como en mi caso, no deseamos formar parte de una gran editorial ni ganar dinero con esto, ni tener que escribir sometido a plazos, sugerencias ni exigencias de nadie. La autoedición es la mejor opción para los que nos divertimos escribiendo y no esperamos más que la satisfacción de hacer lo que nos gusta.

Amor de primate. Una breve novelita de muy pocos megabytes.

Hay quien dice por ahí que los buenos tiempos del papel ya han llegado a su fin; que entre pdfs, kindles, podcasts y audiolibros, el libro t...