martes, 21 de abril de 2020

Libros en tiempos de coronavirus


Vivimos tiempos extraños, más o menos complicados dependiendo de la situación personal de cada uno, pero casi en todos los casos y ámbitos, tiempos de cambios, de replanteamientos y de búsquedas de dirección vital. Las rutinas laborales se han visto alteradas, cuando no suspendidas, las familiares, sociales, comerciales y hasta nuestros hábitos y costumbres se han visto afectados de una forma en ocasiones radical. Y como no, el apartado artístico en general y literario en concreto, que es de lo que vengo hoy a hablar aquí, no ha sido una excepción.

Cuando todo este embrollo comenzó, se decretó el estado de alarma y llegó el confinamiento, se canceló la gira de presentación de mi última novela “Nuestro último tesoro”, dejándome tirado después de llevar casi dos meses preparando los eventos, concretando fechas y lugares. Reconozco que resultó desalentador, pero comprendiendo que era una situación excepcional, traté de tomármelo de forma positiva. Hoy en día las redes sociales nos proporcionan medios para llegar al público sin necesidad de contacto físico, y por ello quise unirme a todos aquellos que al igual que yo, se dispusieron a ofrecer su arte a precios reducidos o directamente gratis, para hacer más llevadera la situación a los demás y por qué no, aprovechar para promocionarse. Pero a veces pasa que las cosas cuantas mejores intenciones les pongas, más frustrante resulta el no ver resultados. Y así fue.

Las redes se inundaron de libros que habían pasado de costar dinero a ser gratuitos mediante pagos sociales (eso es mencionar que se ha adquirido tal producto en redes sociales para promocionarlo), sorteos, concursos, retos de escritura e ilustración, propuestas miles para ser capaces de compensar la falta de eventos, entre ellos el día del libro, ferias, presentaciones y charlas, mediante facilidades online. Y la cosa empezó bien, no os creáis. Yo mismo utilicé este blog para resubir viejos relatos, corregidos y reescritos, en un esfuerzo que esperaba que me reportase cierto “feedback” en forma de comentarios o menciones en otras redes, pero la realidad resultó ser una muy distinta.

No tardaron en aparecer las primeras quejas de autores que veían como sus pagos sociales eran descargados desde cuentas fantasma para no ser compartidas jamás, sus costosos libros eran leídos sin un mísero “like” y sus ofertas superespeciales quedaban olvidadas sin remedio. E igual que la literatura pasaba con la música de autores independientes, los cuadros de pintores que buscaban inspiración en el encierro, poetas, actores, bailarines y otras muchas disciplinas. Parecía ser que en pleno confinamiento, cuando el arte se había convertido en un bien preciado, todo seguía siendo igual de complicado que antes. Fue por ello que se hizo una llamada a la huelga, después desconvocada, para reivindicar nuestro lugar en la sociedad, aunque las cosas como sean, hacer huelga para protestar por el desamparo no es algo que suela dar resultados, al menos a corto plazo.

Ahora se acerca el gran día del libro, ese en el que personas que jamás han leído uno en sus vidas, lo compran para regalárselo a alguien o simplemente por el esnobismo de que le vean paseando con uno bajo el brazo por la calle, subir la foto a su instagram o echarse la medalla de que “yo leo, aunque ocasionalmente”, cuando aquellos que realmente gustan de la lectura no tienen que buscar excusas para comprar literatura. Y como no, decenas de miles de autores, tanto los independientes como aquellos amparados por grandes editoriales que verán por primera vez como se cierran sus espacios en las grandes ferias del libro, se echarán a las redes, nos echaremos a las redes, ya que me incluyo, implorando a los potenciales compradores que elijan nuestras obras en lugar que las de los otros, porque son buenos libros, divertidos y entretenidos, baratos además, y las cosas como sean, damos mucha penita metidos en casa escribiendo y sin poder salir.

Y es verdad lo de la pena. En mi caso por lo menos. La pena que me doy a mi mismo, como mínimo. Porque este no es un camino de rosas y si encima vamos descalzos por las zarzas, peor que peor. Y por ello me debato entre seguir haciéndome el escritor y tratar de aprovechar estas fechas para encasquetar algún libro, u ocultarme en las sombras, esperar a que todo esto pase, y meditar sobre la necesidad de escribir, su propósito y finalidad. Porque a veces renegar de uno mismo es la mejor forma de encontrar el camino.

Amor de primate. Una breve novelita de muy pocos megabytes.

Hay quien dice por ahí que los buenos tiempos del papel ya han llegado a su fin; que entre pdfs, kindles, podcasts y audiolibros, el libro t...