viernes, 28 de julio de 2017

Primer adelanto de "La onomatopeya del ladrido..."


"Entraron en la mansión con cautela, con las armas por delante y tratando de no hacer demasiado ruido, a pesar de que era obvio que si la puerta se les había abierto era porque alguien sabía que estaban allí. El interior estaba en penumbra y aunque no se encontraba especialmente desordenado, olía un poco raro. El tema de los olores era algo que uno no debía tener en cuenta viviendo en un escenario post apocalíptico de horror y supervivencia. Las industrias de los ambientadores y las fragancias en general no parecían estar muy en la labor de seguir con sus actividades y en cuanto a la higiene personal, si uno lograba encontrar agua limpia solía bebérsela y no meterse en ella para quitarse una mugre que seguro que en pocas horas volvería a estar allí. Encontrar un perfume o una pastilla de jabón en buen estado era algo para celebrar, solo superado por hallar comida en buen estado o un colchón no infestado de bichos en el que dormir.
 Apenas habían dado cuatro pasos cuando apareció ante ellos la figura delgaducha y algo encorvada de Villano, vestido con un elegante traje negro de esos con grandes mangas blancas asomando y una pajarita también blanca que le daba un aire alegre a su sombrío rostro anguloso.

—Bienvenidos a mi casa, viajeros —les dijo a ambos, aunque sus ojos no se despegaban de ella, ascendiendo y descendiendo sin parar desde los tobillos hasta las orejas definiendo perfectamente el contorno de sus caderas—. Hacía mucho tiempo que no tenía visitas no mutadas.

—Lo mismo le decimos, caballero —respondió el Hombre Alto, contento por encontrar a otro superviviente.

—No tenía nada preparado pero… ¿Les apetece cenar? Tengo algo de carne en la cocina.

Y antes de que pudiera terminar la frase, los dos visitantes ya estaban camino del comedor babeando todo el suelo. Preparó una mesa a la antigua usanza. Cubiertos de plata con servilletas de tela, copas de cristal y una jarra de agua turbia pero fresca. Ayudó a sentarse a la dama y se mostró gentil, amable y servicial durante todo el tiempo. La carne asada que sirvió era inidentificable, lo cual se agradecía en tiempos como esos y aunque su sabor era claramente de mutante, ninguno de los dos osó romper el agradable momento; ni siquiera cuando ella encontró una bala de su propia pistola clavada en el filete que estaba cortando.

—Y… ¿Lleva mucho tiempo viviendo aquí? —le preguntó él en un momento de descuido.

—Poco más de un año —respondió Villano—. Me salvé de la catástrofe mientras ayudaba a un niño que se estaba ahogando en una piscina. Al parecer el cloro del agua me puso a salvo del polvo mutazoide y pude conservar mi humanidad.

—¡Oh, que heroico! —dijo ella con la boca llena. Villano sonrió.

—Bueno… No es para tanto —le respondió Villano con modestia.

—¿Y a qué se dedicaba antes? —volvió a preguntar el Hombre Alto.

—Era… ehm… Poeta.

—¿Poeta? —preguntó la chica, ahora con menos comida en la boca.

—Así es —comenzó a explicar Villano—. Yo extraía la esencia misma de la vida, las cosas, los sentimientos, las emociones… plasmándolos en el papel a través de palabras.

—Fascinante… -dijo ella.

El Hombre Alto empezaba a sentirse mal por la presencia de ese hombre extraño que cada vez sonreía más. Realmente, la sonrisa de Villano al ver el interés que despertaba en la chica era tan amplia, que amenazaba con juntarse en su nuca y cercenarle la cabeza de un momento a otro.

—¿Y ahora? —siguió preguntando el Hombre Alto en busca de un punto débil de su anfitrión—. ¿A qué se dedica?

—Ahora, eeehhh… —Villano buscó en su cerebro algo que pudiera impresionar aún más que un poeta a una dama—. Ahora soy cowboy.

El comedor quedó en silencio durante unos segundos.

—¿Cowboy? —preguntó él extrañado. —¿Todavía quedan vacas vivas?

—No son exactamente vacas —aclaró Villano.—.Es simplemente ganado. Y yo me encargo de cuidarlo, alimentarlo y protegerlo.

El Hombre Alto enarcó tanto una ceja que ésta saltó de su rostro y se le quedó enredada en el pelo. Había algo extraño en esa historia y estaba dispuesto a averiguarlo.

—¿Y puedo ver esos animales si no es mucha molestia? — le preguntó.

—Por supuesto —respondió Villano con tranquilidad—. Incluso puedo dejar que los alimentes.

Villano dejó a la vista unos dientes no demasiado blancos pero impecablemente alineados en una sonrisa tensa como la cuerda de un arco."

Fragmento del relato "En busca de Wonderland" del libro "La onomatopeya del ladrido y otros relatos pulp"

lunes, 24 de julio de 2017

¿Revisar o no revisar? He aquí...


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La revisión de un texto es algo completamente necesario una vez éste está terminado. En la revisión se pulen detalles, se eliminan partes innecesarias o se añaden cosas que faltan. Es un proceso imprescindible para preparar cualquier obra antes de presentarla al público. Y aunque para algunos escritores sea un placer el poder repasar y retocar su obra, para algunos otros resulta una tarea tediosa, costosa y en la que cada palabra eliminada o añadida se convierte en una decisión trascendental que siembra dudas e inseguridad para siempre. Yo, por supuesto, me hallo en este segundo grupo.

En el momento de escribir estas líneas tengo mi segundo libro terminado, la portada casi lista, la maquetación en la fase final y solo me queda sentarme tranquilamente ante el ordenador y revisar. ¿Pero he dicho tranquilamente? La primera duda que me asalta es la de la potestad para modificar lo que escribí hace unos meses. ¿Qué me hace pensar que a día de hoy tenga mejor criterio para analizar mis textos del que tenia cuando los escribí? ¿Quién me asegura que no he perdido facultades y en realidad voy a estropearlo más? La segunda duda es sobre si realmente es necesaria una revisión. ¿Acaso la explosión de inspiración con la que lo escribí no era suficiente? ¿Supera mi ojo crítico a ese momento de creatividad? Y por último me encuentro con la duda acerca de cuantas veces se puede revisar un texto antes de enloquecer. ¿Tres, cinco, doscientas treintaycuatro?

Es por todas estas preguntas que seguramente quedarán sin respuesta para siempre que puedo asegurar que la revisión es mi parte menos preferida en esto de la escritura, aunque paso por ella porque soy consciente de que si luego vas a hacer pagar a la gente por eso que has escrito, que menos que haber padecido un poco en el proceso. Además de que el lector medio es capaz de detectar si eso que está leyendo es un texto pulido y cuidado o una serie de párrafos en bruto que conforman una historia más o menos coherente.
Y es que no hay que menospreciar al lector. Ni al lector ni a nadie, en realidad. Pero hay que tener en cuenta que esa persona que ha puesto dinero de su bolsillo para leernos, seguramente entrará a matar si el producto adquirido no cumple las expectativas y por ello, aunque son muchos los factores que hacen de un libro algo "aceptable", un texto bien revisado es lo esencial.

*Imagen robada (pero con buena fe) del blog de Jessica Davidson

jueves, 6 de julio de 2017

En la feria del libro de Alicante


Las ferias del libro, en general, son acontecimientos importantes para el sector librero/ editorial, ya que representan un escaparate al público que llega más allá de los lugares habituales, además de resultar un incentivo para las compras debido a los descuentos y/o regalos que se ofrecen. En cuanto a los autores invitados para firmar libros y darse a conocer, la cosa quizás no sea tan bonita como parece, y hablo con conocimiento de causa ya que en esta última feria del libro de Alicante acudí en ese rol y mis impresiones, aunque nada sorprendentes, creo que merecen ser comentadas aquí.

Uno de los stands de la feria

En primer lugar, decir que las ferias del libro "oficiales" están vetando cada vez más la entrada de autores autoeditados o que han publicado a través de pequeñas editoriales independientes. El motivo está claro: La publicación masiva y sin control de obras de toda índole rompe el orden natural con el que trabajan las editoriales, distribuidoras y librerias habituales. Yo logré colarme en la feria (como muchos otros, supongo) por interceder a mi favor uno de los libreros del gremio, el cual me hizo el favor de buscarme un hueco entre los autores invitados.

En segundo lugar, y una vez estuve instalado en la caseta correspondiente, hay que distinguir entre dos tipos de escritores: los visibles i los invisibles, también llamados "los que dan pena". Entre los visibles tenemos a autores con cierto renombre, con el apoyo de grandes editoriales o los oriundos de la zona, los cuales atraen a cierto número de amigos/ seguidores que les muestran su apoyo. En sus casetas suele haber gente, se firman libros, se hacen fotos y se dan apretones de manos. Entre los escritores que dan pena me encontraba yo, solo en mi caseta viendo pasar a la gente por delante sin que sus ojos se percataran de mi existencia.
Pero ser uno de los invisibles no es algo de lo que apenarse. Es normal teniendo en cuenta que la mayoría de personas que acuden a una feria del libro solo están de paso o ya saben qué van a comprar o por lo menos tienen una idea aproximada de qué es lo que buscan. Son pocos los que se acercan en busca de algo nuevo que descubrir, como por ejemplo un librito no demasiado llamativo de un autor con cara de pena y totalmente despeinado. Por cierto, el tema cabello de escritor es un tema a tratar aparte, pero quizás me anime en una futura entrada.

Aquí algunas de las personas que no compraron mi libro.

Y en tercer lugar y a modo de conclusión, decir que esperaba ese resultado, aunque a pesar de ello me quedó un sabor raro en laboca, no diré que malo, pero si que tuve la sensación de haber perdido una hora sentado en esa silla a pesar de la sensación de oír mi nombre anunciado por megafonía, la gente que se paró a hablar conmigo (pocos, pero los hubo) y el hecho de haber participado en una feria del libro que ni siquiera sabía que existía unas semanas atrás.

¿Repetiría? Por supuesto. Aunque la proxima vez, si la hay, apareceré montado en un monociclo y haciendo malabares con antorchas a ver si así alguien se percata de mi existencia.

Nota: Las imágenes estñan sacadas de la página web de Diarioinformación, por supuesto sin su permiso, aunque espero que no les moleste.

sábado, 1 de julio de 2017

El crimen de dejar un libro a medias

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Parece ser que existen ciertos tabúes con los libros y la literatura que algunos utilizan como si de normas férreas se tratara cuando en realidad, no hacen más que emponzoñar un acto íntimo y personal como es el de leer. Y uno de esos tabúes, con el cual me he encontrado muchas veces, es el de sentirse con la obligación de terminar todo libro que se empieza.

"Yo hace tiempo que no leo porque empecé un libro, no me gustó y lo tengo allí esperando en el cajón de la mesita", "hasta que no termine el que tengo entre manos... pero es que no me está enganchando nada", "me recomendaron un libro buenísimo pero es que se me ha atragantado y voy a tener que empezarlo otra vez a ver si mejora..." son frases que he oído y seguro que no he sido el único. Frases que me dan pena porque son síntomas de la escasa cultura literaria que tenemos, al ver (y mostrar) los libros como obligaciones más que como simples formas de entretenimiento. ¿Porque cuantos hemos dejado a medias una pelicula o videojuego sin que nos haya supuesto un motivo de vergüenza o desasosiego? "Es que esa peli era un rollo" o "no me van ese tipo de juegos y he empezado otro" son frases también comunes y que apelan a mucha más naturalidad. ¿Por qué no hacer lo mismo con los libros? Quizás porque los dotamos de un simbolismo que en realidad no poseen.

Hay libros malos, escritores malos, libros y escritores buenos pero que escriben para un público que no somos nosotros... Hay momentos en la vida para cierto tipo de literatura e incluso momentos para ninguna literatura o para toda. Yo he pasado largas temporadas sin leer nada en absoluto y otras en las que devoraba cualquier libro que caía en mis manos, pero incluso en esos momentos de èxtasis lector, he tenido que dejar a medias algunos. Lo más llamativo me sucedió con una novela llamada "Oscuro como la tumba en la que yace mi amigo", de Malcom Lowry. La vi por casualidad en mi librería y me llamó poderosamente su título ya hacía poco que había fallecido un amigo mio y me resultó muy evocador. No sabía que ese autor era precisamente famoso por lo lenta y densa de su escritura. Tuve que dejarlo con apenas cuarenta páginas leídas. Y reconozco que no me sentí del todo bien aparcandolo en una estantería, pero no quería sacrificar futuras lecturas por empecinarme en terminarlo. Hace poco, quince años después de habero abandonado, decidí quitare el polvo y darle una segunda oportunidad; pensé que la madurez me permitiría disfrutarlo como no supe hacerlo con veintipocos, pero no. Seguía pareciéndome un tostón. Aunque esta vez no sentí tanta tristeza. Malcom Lowry es considerado un gran escritor, pero sin duda no escribe para mi.

Es por ello que me gusta repetir, cuando tengo ocasión de hablar frente al público, o como ahora a través de este blog, que tener unos hábitos de lectura sanos es algo muy importante, como no leer con la tele puesta o en la cama después de un día agotador, pero que a veces saber cuando retirarse ante una lectura no provechosa, puede ser una buena opción, nada reprobable y que quizás nos abra la puerta a otra lectura más adecuada... O si no, siempre podemos retomarla en quince años a ver qué pasa.

*Ilustracion del libro Bibliomanía, para la editorial Gadir.

Amor de primate. Una breve novelita de muy pocos megabytes.

Hay quien dice por ahí que los buenos tiempos del papel ya han llegado a su fin; que entre pdfs, kindles, podcasts y audiolibros, el libro t...