La
"onomatopeya del ladrido" es el primer relato que escribí
para el libro y también el más extenso, por lo que decidí que la
recopilación entera debía llevar su nombre... Además de que es un
título que me encanta.
Mucha
gente me ha preguntado el porqué de ese título, así que he
decidido que no hay mejor forma de presentar el relato que con la
parte en la que se hace patente tal decisión.
"A
la mañana siguiente se levantaron renovados. El Sol brillaba afuera
y el paisaje, iluminado por la luz del día y la humedad de la
tormenta, presentaba una belleza inigualable. Encinas, pinos
silvestres y acebos daban cobijo a aladiernos, madroños y tejos, que
a su vez guarecían a decenas de especies animales de toda índole.
El aire olía bien, casi tanto como la cocina donde estaban
preparando los desayunos.
Celonio
y Berilio se asearon, se vistieron y bajaron a hacerse con una mesa.
El fuego ardía de una forma mucho más humilde que la noche
anterior, ya que esta vez sólo había un grupo de señores mayores
compartiendo la estancia con ellos. Celonio aprovechó que la avispa
había salido a oler unas flores cerca de la ventana para preguntar.
—Entonces…
¿Qué piensas hacer?
—He
estado pensando y… —Berilio dio un mordisco a la tostada con
tomate antes de continuar, sin duda para dotar de emoción a su
respuesta—. Creo que viviré. Este mundo no está tan mal como para
dejar que sea arrasado a saber por qué dios primigenio. ¿No crees?
Celonio
se encogió de hombros. Para él, seguir viviendo o morir junto con
el resto de humanidad no era un tema a tener en cuenta. En esos
momentos, de hecho, le preocupaba más el saber dónde estaba el
salero. Y el salero estaba justo en la mesa de al lado, en poder de
los cuatro viejos que en esos momentos estaban discutiendo sobre un
tema tan apasionante, que los dos protagonistas de esta historia no
osaron interrumpir, para saber cómo acabaría.
Por
lo visto, uno de los viejos, al que llamaremos a partir de ahora
Viejo1 aseguraba que la forma correcta de escribir el ladrido de un
perro era “guau”, mientras que el otro, Viejo2 decía que era, de
toda la vida “bup”. Pero como justamente corresponde a una
discusión de ese calibre, habían más discrepancias, ya que Viejo 3
apostaba por “worf”, a lo que los otros consideraban un
anglicismo, con lo que Viejo3 defendía que en idiomas animales no
pueden haber anglicismos, ya que eso compete a lenguajes humanos.
Viejo4 por su parte, fuera por convicción o simplemente por echar
más leña al fuego, dijo que lo correcto era escribir “llap” a
lo que los otros tres respondieron que qué perro tenía él para que
sonara así.
Y
la discusión fue creciendo en intensidad, las palabras subiendo de
volumen y ante la atónita mirada de Celonio y Berilio, los cuatro
viejos comenzaron a ladrar, cada uno según su criterio de
pronunciación, mientras se arrojaban los platos sucios a la cabeza
para acabar tirando la mesa al suelo y persiguiéndose, ladrido en
boca, por todo el comedor. La cosa terminó con el dueño del local
ahuyentándolos a escobazos hasta que encontraron la puerta y
salieron corriendo por el monte, en busca de alguna liebre sin duda.
Berilio
sacudió la cabeza y Celonio sabía que ese gesto significaba un
cambio de opinión. Después de la escena cualquiera se sentiría
decepcionado con una humanidad capaz de romper su decoro y
comportamiento por una simple discusión. Ambos miraron a la puerta y
supieron que la humanidad estaba condenada a causa de la onomatopeya
del ladrido."
Viejos, dioses primigenios, la humanidad condenada... ¡Esto es Capdemut en estado puro!
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