Hace unos meses tuve la
suerte de coincidir en una feria del libro con Vicent Pellicer, un
autor ya consagrado en mi tierra, con el cual tuve tiempo de charlar
sobre este mundillo literario en el que acababa de meterme y en el
que todavía hoy no tengo muy claro como moverme. Debo decir antes de
ir al grano, que ese señor me causó una sensación de extraña
calma desde el momento en el que le vi aparecer, con las manos
vacías, como si la cosa no fuese con él y se sentó a mi lado.
Recuerdo que era temprano,
por la mañana, y yo estaba sentado en mi silla, tieso como un palo a
causa de los nervios y esperando a que llegaran posibles compradores
de mi libro, mientras que él caminaba distraido, saludando a
conocidos y sentándose lejos del puesto de firmas para tomarse un
café. Yo ya tengo mis años, pero al lado de ese señor me sentía
como un chiquillo torpe; como en un primer dia de trabajo.
El libro de Pellicer era un
tomo grueso, con papel de calidad, de gran tamaño y repleto de
fotografías a color sobre la tierra en la que ambos nacimos. Era
caro. No lo recuerdo, pero sé que la gente que adquiría uno lo
pagaba con un billete de cincuenta y casi no les devolvían nada. Y
yo, con mi librito de ocho euros lo observaba todo con cierta
extrañeza. Y ahora sí voy al grano.
Estuve hablando con él y me
explicó en un tono extrañamente paternalista, que cuando uno quiere
darse a conocer en este mundo de letras y libros, debe tener especial
cuidado con su nombre más incluso que con su prosa. Me dijo que el
nombre del autor debe ser como su sello, su "marca", y que
eso era en lo que se fijarían los lectores. Me recomendó buscar mi
estilo y ser fiel a él para que algún día, con un simple vistazo,
pudiesen identificarse mis libros. Por supuesto, no le hice caso.
Le dije que yo no quería
tener ninguna fama en este mundillo, que yo escribo por diversión,
publico por convicción y acudo a actos públicos por inducción (sí,
como las vitrocerámicas) y que por ello no quería verme acechado
por angustias económicas o de fama. Él aplaudió mi forma de
enfocar esta afición y se marchó para siempre. Pero debería
haberle hecho caso.
Estos meses, especialmente
ahora que tengo otro libro en la calle, he pensado mucho acerca de
este tema ya que me he dado cuenta de que no por darle un acabado
profesional al libro la gente te va a tomar más en serio o te va a
proporcionar alguna visiblidad más allá de lo anecdótico. Y es que
la clave no es el título del libro, su contenido o su aspecto sino
"la marca" que supone el nombre del autor y es con ese
elemento con el que hay que trabajar desde el primer momento.
¿Como hacerlo de foma
efectiva? Esto no es algo que vaya a poder resolveros yo en este
blog. Pero siempre podéis buscar a Vicent Pellicer u otro autor
similar y convertirle en vuestro mentor.
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