jueves, 20 de febrero de 2020

El sex appeal de los malvados

 

Desde hace algún tiempo podemos fijarnos en la proliferación de algunos antagonistas clásicos de la literatura y el cine que se ven convertidos en protagonistas de sus propias historias. El caso de la película Joker quizás sea el más visible ahora mismo, pero en el ejemplo del cine hay otros muchos como Venom, Maléfica o Hannibal Lecter entre otros, al igual que pasa en la televisión, el teatro o la literatura, como no. Incluso en obras que no están protagonizadas por ellos, gran parte del público reconoce haber empatizado con la sombría figura del antagonista incluso más que la del héroe o heroína de turno. ¿Pero por qué pasa esto?

Hace poco leí un artículo en internet que vinculaba esta tendencia a que cada vez somos una sociedad más deshumanizada, menos empática y en definitiva más enfocada al mal y el egoísmo. Y no digo que éste no sea un mal argumento para un artículo de clickbait, pero yo tengo otra teoría que quizás sea más sencilla y menos agorera. Y esa es que los malos de las historias son, por pura necesidad de guion, personajes mucho más completos que los protagonistas. Paso a explicarlo.

Cuando estructuramos una historia solemos hacerlo partiendo de unos puntos básicos como son la ambientación (una ciudad futurista, un país medieval fantástico, una pequeña provincia de Nueva Inglaterra en la época colonial…), un conflicto (crisis medioambiental, una maldición mágica, ataques de nativos salvajes…), un protagonista encargado de solucionar el problema y un antagonista dispuesto a ponérselo difícil. En esencia esta es la base de todo relato pero si queréis que lo simplifiquemos más nos podemos meter en cualquier cliché y así no nos complicamos tanto: Una tranquila aldea del medievo se ve de pronto asolada por una maldición que hace que sus rábanos sepan a estiércol y la única forma de salvar sus cosechas es entregando una bella doncella al malvado brujo que vive en la torre de la colina. Entonces llega nuestro aguerrido caballero en escena, prometiendo librar a los pobres campesinos de esa amenaza para siempre.

Para crear el personaje del héroe deberemos tener en cuenta cosas como sus motivaciones, su personalidad y ponerle algunos defectos o debilidades para poder explotarlos luego en la historia y crear tensión. Quizás tenga miedo a las arañas por un trauma de niño y el brujo vaya a descubrirlo y usarlo en su contra. Pero en cualquier caso y pase lo que pase, el héroe superará el reto, derrotará al brujo y salvará a la doncella con quien se casará y comerán rábanos para siempre. ¿Pero qué ha pasado con el brujo?

En esta historia el héroe logra cumplir sus objetivos de hacer el bien, salvar al pueblo, superar sus miedos y debilidades y por lo tanto queda “quemado” a nivel narrativo. Pero el villano es otro asunto. ¿Por qué era malo? ¿Qué le llevaba a comportarse así? ¿Quizás no tuvo una infancia fácil o nadie le enseñó a controlar sus poderes; puede que viviera frustrado, sin amigos, recluido en soledad y que maldijera al pueblo entero en un desesperado intento por llamar la atención? Y además, ahora que el héroe le ha derrotado y ya no puede seguir viviendo en su torre… ¿Donde irá?

Como podemos comprobar los personajes malvados acostumbran a poseer muchas más capas que los buenos, abren muchos más interrogantes y tienen objetivos mucho más difíciles de cumplir. Quizás por eso Nodoyuna jamás ganaba una carrera, el coyote era incapaz de alcanzar al correcaminos o el Rey Hielo era incapaz de encontrar pareja. Porque sin ellos la vida del héroe no tendría mayor interés. Y a mi propia obra me remito como ejemplo.

Cuando escribí “En busca de Wonderland”, relato incluido en mi segundo libro “La onomatopeya del ladrido y otros relatos pulp” creé al personaje de Villano (sí, no me devané mucho los sesos poniéndole nombre) y me di cuenta al final del cuento que me resultaba mucho más interesante que la misma pareja protagonista. Fue por ello que en todos los relatos que han seguido la saga (actualmente publicados “Regreso a Wonderland” y “Un pacto en Wonderland”) el personaje de Villano ha tenido un papel principal, por encima de cualquier otro. ¿Pero donde pretendo llegar con todo esto?

Como he dicho al principio, que nos gusten los personajes malotes no significa que nosotros lo seamos debido a la influencia de una sociedad desnaturalizada si no que sencillamente suelen tener personalidades llenas de sombras, conflictos por resolver y en definitiva y como dirían los jóvenes de hoy en día, “movidas muy tochas” que hacen que nos enganchemos a ellos y queramos saber más.


Nota final aclaratoria: En todo momento en esta entrada me he referido a malvados de ficción, es decir personajes que no existen en la vida real y que por lo tanto podemos romantizar sin problemas. En el mundo real, a la mala gente ni agua.


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