Son muchas las veces
en las que pienso que estoy haciendo las cosas mal. No dejo de ver
por las redes a escritores que venden libros y ven sus grupos de
seguidores aumentando sin parar gracias a estrategias como centrarse
en un único género, ceñirse a una única forma de publicación (a
través de Amazon generalmente) y a trabajar, casi a tiempo completo,
en las redes sociales. Por lo visto esa combinación de trabajo bien
hecho, constancia y, por qué no decirlo, publicidad bien colocada,
en algunos casos dan sus frutos con el tiempo. Pero yo no soy capaz
de eso.
La regularidad con
la que escribo se rompe al toparse con los distintos formatos que doy
a mis libros, las maneras de presentarlos y promocionarlos, las dudas
que me surgen a la hora de ofrecerlos al público y con mi escasa
habilidad en internet, algo esencial hoy en día para darse a
conocer. A veces me siento como si estuviera ante una barrera
invisible que me impide avanzar en ciertas direcciones y que me
resulta imposible romper. Reconozco que me frustro más de lo que me
gustaría y que en ocasiones me dan ganas de hacer borrón y cuenta
nueva, vender mi alma a alguna de esas "editoriales" que
les ponen sellos de colorines a los libros y dejarme llevar por la
apacible corriente de las ilusiones literarias. Pero siempre, de un
modo u otro, acabo buscando la satisfacción en la cercanía,
apuntándome a proyectos diferentes y rompiendo otras barreras que
quizás no conduzcan al éxito y a la fama pero me proporcionan
satisfacción a nivel personal. Y este fin de semana pude hacer algo
de lo que estoy orgulloso.
Hace unas semanas
decidí colaborar con otra de las actividades (de la anterior hablé
en la entrada que hay más abajo) que organiza periódicamente el PEC
(Punto de encuentro cultural de Novelda) y que consiste en realizar
tertulias alrededor de una mesa para tratar temas relacionados con el
arte y/o la cultura. Elegí hablar de la literatura "pulp"
y su influencia en el arte audiovisual de la actualidad y a pesar de
que la palabra "tertulia" implica que no iba a hablar solo
yo, me preparé un texto extenso por si el público era escaso o
menos participativo de lo esperado. Reconozco que llegué al lugar
dudando. Se me da bien el entretener con mis textos y ocurrencias
pero lo de esa tarde iba a ser pura teoría y hacer que la gente se
aburra no entraba en mis planes, pero nada más lejos de la realidad.
El público fue
numeroso para lo que suelo reunir, aunque menor que en anteriores
encuentros por lo que me comentaron los organizadores, y pareció
interesado por el tema a tratar. Debate hubo poco pero sí preguntas,
comentarios y dudas que por lo general supe responder. Me encontré
con caras nuevas, lo cual siempre es satisfactorio porque me permitió
salir del cómodo público formado por familiares y amigos que
habitualmente tengo y al final incluso me animé pude levantarme de
la silla para relatar un pasaje bíblico (el primer relato pulp de la
historia según los expertos en esa disciplina) en tono de humor, que
lejos de levantar ampollas (temía que hubiera público religioso que
pudiera ofenderse) pareció gustar.
Y después de
escabullirme de los apretones de manos y las felicitaciones por el
trabajo bien hecho volví a casa, preparé las cosas para enfrentarme
a otra semana de trabajo normal de persona normal en un ejercicio de
readaptación a la realidad que ya practico como un ritual. Como una
purga. Como un quitarme el disfraz de escritor para volver a ser ese
camionero hastiado... Aunque cada vez me siento más como si en
realidad el disfraz fuera el otro, cubriendo con pudor al escritor
que llevo dentro y que de vez en cuando se atreve a dar la cara en
pequeñas manifestaciones como la tertulia de este fin de semana.
Eres un formato de héroe enmascarado detrás de un volante, superletras de la carretera, escribiendo destinos imaginados... Congratulations!!
ResponderEliminarGracias por comentar Mama Gata.
EliminarHago lo que puedo.