Hará cosa de dos
meses me topé por la calle con V y G, conocidos míos de haber
participado en el taller de literatura que impartí el año pasado y
entusiastas del arte y la cultura, quienes me comentaron que llevaban
en mente realizar un evento relacionado con la pintura y la poesía,
al que accedí participar con los ojos cerrados. Llevaba ya algún
tiempo inactivo y sin hacer apariciones públicas y tenía ganas de
volver a pisar un escenario y ponerme detrás del micrófono.
Pero a medida que el
tiempo pasaba comencé a dudar. ¿Pintura? Yo no tenía ni idea de
pintura, ni siquiera conocidos aficionados a este arte, por lo que
acudí en ayuda de B y P, también antiguas alumnas con la esperanza
de que se animaran a participar y de paso, convocaran a conocidas
suyas para ir rellenando el elenco de participantes.
Afortunadamente
parecía que el concepto de "arte gráfico" abarcaba
elementos desde las pinturas rupestres de Atapuerca hasta el diseño
digital, lo cual me daba un margen más que aceptable para basar mi
intervención en el cómic, algo que sí conozco. Comencé a rebuscar
desesperado entre mis estanterías y entre Tortugas ninja, Bola de
Drac, Hokuto no Ken y Mutant Chronicles encontré los cuatro números
de la primera edición española de "El Cuervo" de James
O'Barr, una historia doblemente dramática, tanto en la vida real
como en la ficción. Parecía que al final sí que iba a encajar en
el evento, cerrándolo además ya que iría en orden cronológico y
me lancé a la piscina. Figuradamente, por supuesto, ya que no sé
nadar ni pienso aprender nunca.
El equipo casi al completo |
Y llegó el día.
Trece personas de edades variopintas. Trece formas de entender el
arte. Trece voces únicas. Se apagaron las luces, se abrió el telón
, y ante un público expectante comenzaron a desfilar, una tras
otra, desgranando palabra tras palabra, siglo a siglo,
personalidades, estilos, tormentos y romances. Esperando mi turno
habría dado un brazo por saber qué estaba pensando ese público
silencioso. ¿Les estaría gustando o mirarían impacientes sus
relojes deseando que se encendieran las luces? Reconozco que me puse
nervioso, y no por falta de costumbre a enfrentarme al público sino
porque esta vez no dependía solo de mi. Mis doce compañeros
terminaron sus actuaciones magistrales ante mis ojos y llegó mi
turno. No había lugar para la improvisación ni el chiste fácil. No
podía fallarles. Y recité lo mejor que pude esas palabras que
escribí también de la mejor manera posible. Silencio, luego
aplausos, todos reunidos para la foto y entonces al mirarnos
detenidamente me di cuenta sin necesidad de esperar opiniones
externas, que todo había salido de maravilla. Trabajamos como un
equipo que a base de pasión y voluntad había creado un vínculo
invisible, algo mágico, que por un momento se convirtió en algo
infalible, indestructible, como el Sol Invictus que proclamó en su
día Elagàbal.
Después de eso
sonrisas de satisfacción, enhorabuenas, palmaditas en la espalda y
apretones de manos. Hasta la próxima, tenemos que repetir y seguimos
en contacto; pásame esas fotos, no sabía que esa era tu madre y
hazme follou en instagram. Nos despedimos, humanos de nuevo, tras ese
momento de divinidad. Y es que a veces sienta bien lograr esa
conexión que te hace flotar, pero siempre es reconfortante encontrar
un suelo en el que apoyar los pies.
Y aunque dicen que
los buenos poetas son aquellos que queman sus obras tras recitarlas,
yo no me considero uno de ellos y voy a exponer aquí la mía.
Naciste
de oscuridad, dolor, rabia,
zarcillos
de sombras cubriendo toda razón.
Emergiste
como una ballena herida por arpones oxidados,
tiñendo
de rojo toda visión.
La
noche en la que ese teléfono no dejaba de sonar,
las
luces se apagaron y su imagen de desvaneció del presente/ y el
futuro.
El
instante en el que el latido cesó para ser sustituido por el tínitus
agudo de un dolor que no haría más que aumentar.
Naciste
de frío, miedo, vacío,
puño
en alto clamando venganza.
Te
hundiste como la ballena muerta que nadie reclama,
llenando
de sombras el fondo del mar.
El
día que el sol salió para todos excepto tu,
y
aprendiste que aunque nunca llueve para siempre, hay manchas que
jamás desaparecen.
El
momento en el que el cuervo se metió en tu cabeza pidiéndote que no
miraras/ a los ojos de la muerte.
PD: Quizás no he
dicho que escribí un texto sobre una segunda obra, pero se trata de
un olvido premeditado. Esta segunda la voy a ocultar en el
escondite habitual.
Magnífico Punto de Encuenco Cultura, resultado del trabajo en equipo y la ilusión por tener/compartir cultura. Gracias Josep por alentar al grupo de jóvences a participar, has sido un pilar fundamental de este proyecto.
ResponderEliminarMe voy al escondite a disfrutar del otro poema.
Mil gracias
A ti por ser una de las piezas clave para el funcionamiento de la "maquina".
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