lunes, 29 de julio de 2019

El fin del proceso creativo


Los procesos creativos que llevan hasta la publicación de una obra escrita, como puede ser el caso de una novela, son tan variados como escritores haya. Cada autor tiene su propia forma de buscar la inspiración, estructurar sus ideas y plasmarlo en el papel. Pero a partir de ahí, cuando el manuscrito está listo y se busca darle forma física para poder presentarlo al público, el proceso es siempre el mismo. Pero no por ello resulta más fácil o relajado.

En estos momentos tengo mi próxima obra escrita, revisada, corregida y con algo de esfuerzo (reconozco que me ha resultado imposible solicitar un número de depósito legal por Internet a pesar de la cantidad de opciones y modos de hacerlo), he logrado llegar al paso final que es mandarlo a imprenta. Y este es precisamente el momento más complejo y que me produce mayores inseguridades. ¿Estarán correctos los archivos que he mandado? ¿Habré elegido bien el tipo de papel, encuadernación, cubiertas..? ¿Serán los tipos de la imprenta lo suficientemente profesionales como para revisar los archivos antes de transformarlos en papel? ¿Llegarán los libros a tiempo a mi casa para cumplir los plazos que yo mismo me he puesto para el lanzamiento y la presentación? Y toda esta incertidumbre se traduce en estrés, en dormir regulinchi, en no dejar de mirar el correo electrónico a la espera de noticias y en definitiva a un estado de expectación continuo que me hace replantearme esta forma de trabajar.

Y al final llego a la conclusión de que quizás no quiero seguir autoeditándome; que puede que lo mejor sea buscar una editorial pequeña, a pesar de las malas prácticas que utilizan la mayoría, quizás incluso una empresa de servicios editoriales que me cobre de más pero a la que poder volcar todas las responsabilidades y escudarme tras ella para evitar toda mala sensación. Quizás sea lo más sencillo, rápido y que finalmente me reporte los mismos beneficios, es decir el simple hecho de sacar una obra a la calle y exponerla a mi antojo y dentro de mis limitadas posibilidades.
El problema es que creo en la autoedición. Creo en lo que hago y en cómo lo hago. Creo que como autor independiente y muy minoritario nadie tiene por qué beneficiarse de lo que hago más que yo. Y creo que al final, de algún modo que todavía no llegó a vislumbrar, será beneficioso para mí el tener el control total sobre mis obras. Aunque esto último es más una sensación que una certeza bien definida. Pero vuelvo al principio.

He llegado al final de un proceso creativo que me ha llevado casi dos años de dedicar mis ideas casi exclusivamente a este proyecto y ahora me siento agotado e incapaz de escribir nada más hasta que no pase un tiempo en el que pueda relajarme, coger aire y pensar en cual será mi próximo movimiento. Es como terminar una maratón y regresar a casa, tirarse en el sofá y poner música. Y eso se nota en mis blogs, cada vez más abandonados, mis redes sociales y en todo aquello que implique cierta constáncia. Pero solo espero que merezca la pena, que mi nueva obra de la que hablaré en la siguiente entrada vea la luz sin más problemas y que lentamente todo vuelva a la normalidad, con más eventos a los que asistir, ideas que desarrollar y por qué no, libros que publicar, sean autoeditados o no.

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