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Quizás el título
de esta entrada pueda sonar un poco duro a priori, pero ahora mismo
no se me ocurre otra forma de empezar, ya que ayer asistí a unas
jornadas de autoedición y salí de allí con la moral más bien
baja. Pero os pongo en contexto:
Yo soy un autor
independiente que escribe lo que le gusta y lo publica sin ayudas
externas de editoriales o medios de comunicación. Tal hazaña, por
llamarlo de alguna manera ya que de heroico no tiene nada, implica
que tengo el paso vetado a los lugares en los que normalmente se
promocionan los libros (véase Fnac, Casa del libro, la mayoría de
librerías y ferias del libro tradicionales) ya que para acceder allí
es necesario hacerlo bajo un sello editorial (aunque sea de los
llamados “de autoedición” como Letrame, Punto Rojo
etceterísima…) y por ello si quiero que mis libros lleguen al
público me tengo que buscar la vida presentando en centros
culturales, bibliotecas y asistiendo a ferias independientes… como
la de ayer.
El evento consistía
en una serie de actividades (charlas, talleres, cuentacuentos) además
del mercadillo de autores en el que estaban dos de las quizás más
importantes asociaciones de escritores de la provincia. En total unas
veinte personas entre escritores, dibujantes y artistas varios
esperando a que llegara gente a la que poder ofrecerles nuestras
obras… pero esto no sucedió. La afluencia de público fue tan
escasa que tuvieron que suspenderse todos los talleres y la mayoría
de autores nos largamos antes de que terminara, algunos por dignidad
y otros por tener cosas mejores que hacer que estar sentados mirando
el móvil. Veinte personas que tenían expuestos trabajos que les
habían llevado años de trabajo, dinero invertido e ilusión,
convertidas en estacas expectantes de un público potencial que no
llegaba. Veinte personas mirándonos a las caras, animándonos,
explicándonos qué hacemos y en qué creemos… Pero eso no es
suficiente.
Si escribimos es
para mostrar nuestro trabajo al mundo, para expresarnos, para sacar a
la luz ideas e historias y compartirlas. ¿Ganar dinero? ¿Ser
famosos? Esto puede formar parte de los sueños de algunos, pero por
lo general todos queremos ser leídos y cosas como lo de ayer hacen
que ese humilde objetivo quede en nada. ¿Y si no tenemos lo mínimo,
que nos queda?
Nos queda dejar las
ganas a un lado, seguir con nuestros trabajos convencionales sí
remunerados y recordar estos días con un “al menos lo hemos
intentado”, relegar la literatura a blocs de notas, posts en redes
sociales y distracciones en tardes tediosas. Nos queda perder la fe
en lo que hacemos, lo que somos y lo que queremos ser. Nos queda
dejar la pluma a un lado (léase teclado) y dedicarnos a otra cosa
que quizás nos llene menos pero también nos entregue menos
frustración. Nos queda convertirnos en aquello que no queríamos ser
cuando empezamos a escribir.
Y reconozco que es
difícil no ceder. Es complicado no dejar a un lado proyectos e ideas
para abandonarse al la comodidad de la rutina, la televisión, los
videojuegos y el deporte regular. Es todo un reto a veces ponerse
delante de la pantalla y abrir el word en lugar del facebook, ponerse
a pensar y no a dejarse llevar por ocurrencias ajenas. Es difícil
seguir escribiendo porque escribir es ingrato (¿Lo había dicho ya?)
y aquí todos necesitamos nuestro pedacito de pastel, por pequeño
que sea, para seguir adelante sin amargarnos.
*no he podido localizar al autor o autora de esta foto, así que ruego perdone que no le mencione.
Mucho ánimo. Es difícil y se juntan con unos días complicados.
ResponderEliminarSí. Está claro que no son fechas para ferias ni cosas así. En fin, la experiencia nos hará sabios.
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