lunes, 8 de abril de 2019

La importancia de la foto


El otro día estaba viendo (de reojo pero lo estaba viendo) uno de esos programas de famoseo y aparecía un señor denunciando una supuesta campaña de marketing fraudulenta orquestada por un famosete de tres al cuarto ahora convertido en “exitoso” disc jockey. Por lo visto ese famoso, bien situado económicamente, había comprado varias actuaciones, además del público para que la gente creyera que estaba triunfando cuando en realidad no era así. ¿Y por qué querría alguien comprar un supuesto éxito? Supongo que por temas de ego, autoestima, falta de tiempo, exceso de dinero o, como es el tema del que quiero hablar hoy aquí, publicidad.

Hoy en día las redes sociales lo salpican todo. Cuando vemos un nombre desconocido en alguna parte solo tenemos que sacar el móvil de nuestra riñonera, escribirlo en el Google y a no ser que se trate de algún outsider, tendremos su foto y sus datos básicos en la palma de nuestra mano. Y con ello tendremos también una primera impresión. ¿A qué se dedica? ¿Como viste? ¿Cuales son sus inclinaciones políticas e ideológicas? Y es por este mismo motivo, por esta dualidad entre el exhibicionismo y la ausencia de privacidad que todos mostramos nuestra mejor cara en las redes. Y al tema escritura me remito.

Perico de los palotes, escritor. Por poner un ejemplo, ya lo habréis notado. Le buscamos en el google porque vamos a compartir mesa con él en una firma, feria o lo que sea y vemos su instagram. Aparece un señor hablando por un micrófono ante una audiencia que le escuchan expectantes, luego en la puerta de una librería donde tiene una estantería para él solito exhibiendo su libro, otra firmando ejemplares a una pareja que le miran con ojos amorosos de fan devoto, exhibiendo muy serio un contrato editorial, en una entrevista en la Cadena Cope… Y pensamos “este tío lo peta”.
Luego nos encontramos con él y tras un rato hablando descubrimos que esa audiencia de la presentación era su familia y amigos, el de la librería le colocó la estantería solo para hacerse la foto, la pareja que le pedían el autógrafo su hermana y cuñado, el contrato editorial era de una empresa de servicios editoriales y lo de la radio… Un amigo de su mujer trabaja allí y la emitieron un miércoles a las cuatro de la madrugada.
Y entonces descubrimos que ese señor que parecía estar en la cima del mundo en realidad es otro miserable que pelea por lograr una venta, algo de reconocimiento y visibilidad y que sin el apoyo de sus allegados más le valdría escribir en un blog y dejarse de ínfulas literarias.

“Qué cabrón Perico de los Palotes, como engaña a la gente” podríamos pensar, pero seguramente con un rápido vistazo a nuestras propias redes sociales descubriríamos que nosotros hacemos lo mismo al fin y al cabo. Ponemos la foto familiar de ese día que fuimos a Disneylandia en lugar de la comida a base de sobras recalentadas del domingo pasado, el descenso en mountain bike que nos marcamos hace quince días con ese equipo que ya no nos hemos vuelto a poner, en lugar del habitual paseo con las niñas por el carril bici y si nos metemos en el tema literatura… Nadie le pide al fotógrafo que saque una de las sillas vacías, la gente que lee otros libros o de tu cara de desesperación en esa feria del libro en la que nadie se acerca a ti ni para saludarte.
Nadie quiere fotos de la normalidad. Hay que mostrar, lógicamente el lado brillante. Y volvemos al famosete de antes.

El famosete compra una foto de éxito donde no lo hay. El fotógrafo hace su trabajo y no le acompaña a su casa a retratar como se come un plato de macarrones con tomate. Pero ese famosete sube a Twitter la foto diciendo “Llenazo total esta noche en la sala Tal” y el público se creen que así ha sido, que si ha acudido tanta gente será porque ese tipo al fin y al cabo sabe, que qué pena no poder haber acudido y con un poco de suerte a la próxima ocasión no fallarán. El marketing va dando sus frutos. Si a ese escritor le entrevistan en la Cope será por algo, habrá que acercarse a su próxima presentación no sea cosa que nos estemos perdiendo algo importante.
Y así estamos, añadiendo la profesión de actor a cualquier otra que tengamos, sacando fotos y contando anécdotas en el lado de la luz y reptando cuales gusanos por los rincones cuando los focos se apagan. Soñando con meternos en una crisálida para reaparecer alados y coloridos cuando no queremos darnos cuenta que nosotros no somos gusanos de esos. Somos de los que son siempre gusanos y solo vuelan cuando caen por el borde de la mesa.

Pero qué bonitas las fotos puestas en el Instagram así ordenaditas para que todos vean lo que nos lo curramos y como molamos.

2 comentarios:

  1. Ojiplatica me hallo, muy buena fotografía de la realidad social que vivimos.. No hace falta "ser" basta con parecerlo..

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