domingo, 17 de febrero de 2019

De arquetipos y clichés




Cuando escribimos siempre tendemos a buscar la originalidad, descubrir nuevas tierras sin explorar y alejarnos lo más posible de textos conocidos para así lograr sorprender al lector con algo fresco, nuevo y original. Pero desgraciadamente vivimos en un momento en el que casi todo está inventado ya, no nos queda ni un rincón por explotar y aquello que todavía no se ha mostrado generalmente tiene una razón de peso para ello.
Existen estudios de mercado que determinan qué es lo que el público quiere leer y muchas veces nos encontramos con grandes éxitos literarios que no son más que refritos de otros éxitos anteriores, que a su vez tienen precedentes similares. ¿Pero por qué sucede esto? ¿Por qué las ideas arriesgadas y originales fracasan ante otras que nos parecen mucho más vulgares y simples? La respuesta está en los arquetipos y los clichés. No hay que confundir ambos términos y por ello trataré de explicar cada uno por su lado.

Un arquetipo es un modelo básico de expresión artística. Es como un maniquí sobre el que el sastre colocará las telas que va a tejer; éste le proporciona el patrón a seguir, las medidas y le servirá de soporte, pero en ningún caso será el resultado final. En la literatura a los arquetipos hay que cubrirlos con historias, situaciones, personajes y diálogos; hay que darles vida vistiéndolos con nuestra prosa, pero no podemos ignorarlos porque son modelos a seguir y que funcionan. Si ese sastre decide utilizar un maniquí con tres brazos y cuatro piernas, por muy original que le quede el vestido que confeccione, difícilmente va a encontrar a alguien que selo compre. Pero voy a poner un ejemplo para que todo el mundo me entienda.

El Equipo A. Esa serie que triunfó en los años 80 y que todos hemos visto (o hemos visto hipnotizados a nuestros padres o abuelos ante la tele) en algún momento. La serie consistía en un grupo de mercenarios fugados de la cárcel que cada vez que llegaban a un pueblo con problemas ponían todos sus conocimientos y habilidades en marcha para derrotar al villano de turno, que solía ser una banda de maleantes con aviesas intenciones. Y así eran todos los episodios. Todos iguales, historias autoconclusivas con elementos repitiéndose una y otra vez… ¿Pero por qué gustaba tanto esa serie? ¿La gente de los 80 era idiota? Algunos sí, sin duda, pero no podemos generalizar y menos en estos tiempos en los que vuelan los (diccionarios) de VOX. El secreto del Equipo A era que se trataba de un arquetipo puro y duro. Analicémoslo.

La historia del pueblo oprimido por un tirano sin escrúpulos es la misma historia que encontramos en la aldea asediada por un feroz dragón, la del granjero que no quería entregar a su hija a ese malvado capitán, la de… Y los miembros del Equipo A… ¿Los recordáis? Aníbal representaba la inteligencia y el liderazgo, Fenix la belleza y el carisma, MA la fuerza, Murdock el arrojo… Juntos aunaban las virtudes básicas del héroe clásico, el caballero que derrotaría al dragón o que vencería al capitán en duelo singular.
Al final El Equipo A era un arquetipo clásico disfrazado, un argumento que viene funcionando desde que el mundo es mundo y los primeros homínidos contaban historias junto al fuego. El Equipo A era una apuesta segura y por eso funcionó. No hay nada de malo en ello; es darle al público lo que quiere: entretenimiento, un relato donde el bien vence al mal, esperanza, emoción al ver a los malvados morder el polvo…


Ahora pensad en cuantas series/ películas/ libros os habéis encontrado con ese mismo arquetipo. Seguro que muchas. Ahora me vienen a la cabeza (por seguir con la televisión de los 80) El coche fantástico, Chuck Norris, Supermán, Los 7 magníficos…
Y ya está. Fácil. ¿No es así? Pues no tanto porque ahora hay que tratar de no caer en clichés. ¿Y qué es un cliché?

Un cliché es una fórmula, una idea, una justificación que está tan utilizada (y muchas veces desactualizada) que llega a ofender al lector. Es coger nuestro maniquí desnudo y ponerle unos tejanos y una camisa blanca por dentro. Encontraremos clichés como los de la princesa que se enamora del príncipe rescatador, el malvado que muere riendo como un loco y sin atisbo de arrepentimiento ni motivación por lo que hacía, el comer perdices al final, los protagonistas huérfanos que quieren vengar a sus papás...Los clichés son cosas que quizás triunfaron en su momento pero que precisamente por repetirse tanto han perdido el sentido y cualquier lector/ espectador medianamente curtido encontrará aburrido, predecible y seguramente le hará despreciar nuestra obra. Hay que huir de los clichés como de la peste. ¿Pero como lograrlo?

Evitar los clichés puede ser algo complicado, especialmente si somos autores noveles y/o si buscamos escribir una historia simple, quizás un relato corto o novela breve. Es tan fácil caer en un cliché como esquivarlos tan torpemente que el lector note que algo raro pasa. Algunos buscando alejarse de ellos acaban creando historias tan rebuscadas y rocambolescas que terminan siendo un contracliché y eso queda mal. ¡Oh, al final la princesa era mala y el dragón con su último aliento le declara el amor al caballero que no pudiendo soportar el dolor de la situación se arroja a un foso y el rey decide casar a su hija con el caballo y..! No. No nos compliquemos.
Una buena forma de salir airosos de algo así es retorcer el cliché para crear una historia creíble y fresca. Me viene a la mente “Shreck”, en la que el héroe era el ogro y la princesa enamorada no era lo que se esperaba de ella. Un relato típico con unos giros sorprendentes. Un arquetipo bien dirigido, sin obviar los clichés pero girándolos a favor. También me viene a la cabeza “Un pacto en Wonderland”, mi nuevo relato que… ejem, ejem, de acuerdo, ahora no toca publicitarme (pero tenedlo en cuenta) así que dejo aquí los ejemplos.

Resumiendo: Arquetipo bien, cliché mal. Un arquetipo es algo casi indispensable para lograr dirigir un relato a buen puerto, mientras que un cliché es lo que debemos evitar si no queremos que los lectores salten del barco.
¿Queréis el consejo de un escritor de éxito? A Ray Bradbury me remito: “Escribe un relato a la semana durante un año. Es imposible escribir 52 relatos malos seguidos.” No viene muy a cuento, pero me parece una genialidad de idea.

Amor de primate. Una breve novelita de muy pocos megabytes.

Hay quien dice por ahí que los buenos tiempos del papel ya han llegado a su fin; que entre pdfs, kindles, podcasts y audiolibros, el libro t...