Quizás el plasmar
ideas y pensamientos en papel y el encontrar placer siendo azotado y
humillado por otra persona no nos parezcan así a priori, conceptos
para nada relacionados. Pero si nos ponemos en la piel de un autor
sin demasiadas pretensiones ni apoyos desde la gran industria del
libro, esa gruesa línea divisoria comienza a difuminarse un poco.
Por supuesto estoy hablando de mi.
Desde que empecé
con esto de publicar las cosas que escribo, siempre impulsado por un
pensamiento de “el mundo tiene que leer esto” he tenido mis
momentos de satisfacción, es cierto: los aplausos en una
presentación o charla exitosa, las felicitaciones de algunos
lectores agradecidos, algunas buenas críticas y otras no tanto pero
aún así constructivas; he conocido gente interesante, asistido a
eventos exclusivos y visto mi cara en televisión y radio (en este
último caso de forma figurada), pero en contrapartida, también ha
habido un lado malo. En contrapartida hay muchas horas de trabajo
frente al ordenador, casi siempre a horas en las que debería estar
todavía en la cama, inversiones de dinero que no regresa jamás,
horas de plantón en ferias y eventos, la incertidumbre de si mi
trabajo gustará o no, y mi favorita: el terror tras mandar mi obra a
imprenta por si ésta saldrá bien o habré metido la pata y acabará
toda la tirada en la basura (esto me ha pasado ya). Y si coloco ambas
sumas de factores en la balanza, siempre me queda la duda de si
realmente merece la pena tanto sufrimiento para tan poca
satisfacción.
¿Entonces por qué
lo hago?
Supongo que me gusta
la sensación de caer al vacío sin tener donde agarrarme, de no
saber qué me espera a la vuelta de la esquina, de estar solo ante el
peligro y tener que poner todos mis sentidos y recursos en juego para
salir airoso de la situación sea ésta una publicación, una charla,
dar un taller o presentar un libro que ni siquiera sé como definir.
Supongo que
escribir, y publicar, es mi deporte de riesgo particular, mi
puenting, mi descenso en bicicleta por una escarpada ladera, mi salto
en paracaídas sin ayudantes ni monitores…
Puede sonar triste
así a priori, y puede que parezca que todo esto no compensa, pero me
gusta la sensación a muchos niveles y sí, quizás sea masoquismo al
final pero siempre será mejor que no hacer nada y ver el tiempo
pasar mientras son los otros los que se enfrentan a este mundo de
libros y culturas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario