Como ya
comentaba en la anterior entrada de esta serie, las editoriales de antaño
dominaban el mundo literario. Ellas decidían quién publicaba, cuando y cómo,
así como controlaban sus medios de distribución y ventas (librerías). Pero hoy
en día el editar un libro está al alcance de cualquiera y por ello ese control
editorial ha perdido consistencia. No solo es posible publicar sin ellas si no
que es posible vender sin pasar por las librerías de toda la vida. ¿La
consecuencia de esto? Las grandes editoriales se “blindan” ante nuevos autores
y solo publican aquello que les supone unos ingresos seguros. Y con esto
llegamos al punto clave de esta entrada: las editoriales son empresas.
Parece
innecesario decirlo pero a veces se nos olvida. Todas las editoriales, grandes
y pequeñas son empresas que tienen escritores para revisar textos,
maquetadores, diseñadores gráficos, correctores, traductores… y toda esa gente
cobra sus sueldos. Además tienen que pagar la luz, los impuestos, la limpieza y
las reparaciones/ mantenimiento de sus equipos… Todo ello se traduce en que
deben ingresar más dinero del que gastan si quieren funcionar.
Por
ello antes de acudir a una editorial a ofrecer tu libro debes tener claro que
si no les va a parecer rentable, te van a dar con la puerta en las narices. Un
portazo lleno de lógica, además.
Pero no
todas las editoriales son iguales; me atrevería a decir incluso que no existen
dos iguales (y mas les vale si quieren funcionar) y por tal imposibilidad de describirlas
todas nos centraremos en si son grandes (véase Planeta, Tusquets o Santillana,
entre otras) o pequeñas (cualquiera entre las cientos que podemos encontrar con
una búsqueda de Google).
Cuando
hablamos de editoriales grandes hay que tener en cuenta su hermetismo para con
los autores noveles. La única forma de acceder a ellas es ganando algún premio
literario de gran importancia, realizando un estudio de mercado y
presentándoles el producto que estaban buscando o siendo alguien famoso ya sea
en el mundo de la televisión, la música o las redes sociales. Y en esto último
está la cosa.
Dicen
que cinco mil es el número mágico. Cinco
mil son los libros que hay que vender para generar dinero de verdad y por ello
si un libro no puede alcanzar (sin riesgos) esa cifra, es desestimado al
momento. Es por ese motivo que las grandes editoriales andan a la caza de
personas con gran número de seguidores en las redes sociales donde hay quien
tiene varias decenas de miles de ellos, por no decir cientos de miles. En ese
momento la editorial propone al youtuber, instagrammer, twittero o lo que sea,
escribir un libro “tu haz lo que sea que nosotros ya nos apañamos” y como es
lógico, si esa persona con 50.000 seguidores logra que al menos un diez por
ciento de ellos (suelen ser más) compren su libro, el trabajo está hecho.
¿Dónde
nos deja esta estrategia a los que
tenemos cien seguidores en las redes sociales? En la calle. Es por ello que
solo debemos plantearnos llegar hasta una gran editorial si tenemos una
presencia continua y relevante en las redes. Por suerte, no todas las
editoriales son grandes.
Las
pequeñas editoriales existen, y en cantidad. Algunas se limitan a asesorar a
los autores, revisando, corrigiendo, imprimiendo y en algunos casos
distribuyendo libros, mientras que otras funcionan como las grandes aunque a
una escala menor y otras directamente se basan en estafar a los incautos que
quieren ver sus libros publicados. Y aunque no se trate de estafas propiamente
dichas (el autor firma un contrato dando su consentimiento para ciertas prácticas),
si utilizan ciertos procedimientos confusos y poco beneficiosos para el
escritor. Porque no lo olvidemos… Las editoriales son empresas.
En la
siguiente entrada comentaré algunos de los procedimientos digamos feos de
algunas de esas editoriales pequeñas. ¡No os la perdáis!
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