sábado, 15 de abril de 2017

Ser o no ser: Escritor



No me gusta utilizar el término “escritor” para definirme. Puede que haya publicado un libro y que quiera seguir haciéndolo en un futuro, pero definirme como escritor solo por ello me parece una exageración. No es que tenga nada en contra de esa palabra, pero en los pocos meses que llevo relacionándome con editores, libreros y demás, me está dando la sensación de que llamarse escritor está siendo utilizado más como un elemento de glamur que como un apelativo real de quien escribe. Me parece que muchos se cuelgan ese título como el que se pone un sombrero para estar más guapo y creo que ese no es un camino a seguir. Pero antes de continuar, voy a entretenerme en las distintas definiciones de la palabra.

escritor, ra
Del lat. scriptor, -ōris.
1. m. y f. Persona que escribe.
2. m. y f. Autor de obras escritas o impresas.
3. m. y f. Persona que escribe al dictado.
4. m. y f. desus. Persona que tiene el cargo de redactar la correspondencia de alguien.
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Según la Real Academia Española (sí, soy fan de esta gente) tenemos cuatro definiciones de “escritor”. La primera no deja lugar a dudas: Si sabes escribir, eres escritor; al igual que si sabes nadar eres nadador y si duermes eres un durmiente. ¿Debería alguien colgarse una medalla por ello? A mi juicio no, pero por suerte no soy el único ya que la gran mayoría de personas se basan en la segunda definición “autor de obras escritas o impresas” para hacerlo. ¿Pero puede llamarse escritor alguien que ha publicado un libro, revista o artículo en un periódico local? Técnicamente sí, pero deberíamos tener en cuenta algunos matices.
En primer lugar hay que darse cuenta de que el mundo editorial ya no es lo que era (y no digo que haya ido a peor, sino que ha cambiado) ya que si hace unos años los únicos que veían sus obras impresas y en las estanterías de las librerías eran los elegidos por las grandes editoriales, hoy en día esto ha cambiado. Gracias a la aparición de pequeñas editoriales independientes y de las herramientas de edición e impresión online, cualquiera puede ver su idea convertida en libro con un mínimo esfuerzo e inversión monetaria. A causa de ello (repito que no lo digo de forma negativa ni peyorativa), decenas de cientos de libros que jamás habrían visto la luz, aparecen en catálogos online, pequeñas librerías y de la mano de sus autores en presentaciones, ferias y demás. ¿Significa esto que cualquiera puede llamarse escritor sin titubear? Por supuesto, pero sin olvidarse de que la palabra, aunque no haya sufrido cambios de por sí, está muy sobrevalorada.
Y es que los escritores forman parte de un colectivo que sigue siendo muy valorado entre la población. Hace medio siglo cuando alguien afirmaba ser músico, escultor o periodista, era automáticamente elevado a un estatus superior por dedicarse a algo que estaba fuera del alcance de los simples mortales; hoy en día tenemos reguetón, arte moderno y prensa rosa, con lo que tales profesiones son tratadas con mucha más cautela; pero decir “Hola me llamo Fulano y soy escritor” sigue manteniendo esa aura de majestuosidad.
A todo esto y a lo que iba con esta pequeña reflexión, es a que a pesar de que yo cumplo con tres de las cuatro acepciones que nos da la RAE para ser escritor de pleno derecho, no me gusta definirme así. Sé escribir, me he auto editado un libro y en el colegio escribí muchos dictados, pero no me parece justo definirme con un término tan bonito. Normalmente en conversaciones casuales no saco a relucir mi “hazaña” de tener un libro y si es el caso me defino como “autor” del mismo y no como “escritor” a grandes rasgos. De todos modos, si nos ponemos serios podemos buscar definiciones que definen (toma redundancia) a los escritores según el género que escriben con lo que podríamos desglosar la escritura en cinco ramas que son poesía, novela, ensayo, cuento y teatro, siendo sus autores poetas, novelistas, ensayistas, cuentistas y dramaturgos respectivamente. Teniendo en cuenta esto y en mi caso concreto, si alguien me preguntara algo al respecto debería responder que soy un cuentista, término más concreto y mucho menos pomposo que el de escritor.
Y así a modo de conclusión, repetiré que no me importa demasiado qué hagan los demás con sus calificativos, pero que a mí, personalmente, no me gusta utilizarlos así tan a la ligera ya que me parece una muestra de soberbia de la que puedo prescindir. Y que lo de cuentista, pensándolo bien, no me sienta tan mal.

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